Mérida
Se llama: “Dinosarios ¡ Invaden la ciudad”. Y está instalada, la exposición, en el IFEME de Mérida. Así es que como venías cerca de Badajoz, cogí el tren el la estación de trenes de Badajoz y fui a verte a Mérida. Llegué con tiempo, me comí un bocadillo de tortilla en la calle Marquesa de Pinares, en un bar, donde hice tiempo. Iba montado en el tren por las vegas del Guadiana y al llegar a Mérida, me sorprendió el acueducto, su singular belleza pétrea. Así es que después de comer, fui a hacer unas fotos en perspectiva del singular monumento y luego a echarme un ratito sobre la hierba, tapándome la cabeza del frío con el gorro del chaquetón mimetizado. Allí, rescatando como pude rayos de sol para estar bien, abrigadito, pensé en mi condición de viajero y en el desafío de tenerte, de sentirte, de estar cerca de ti a pesar de la distancia y de mi vida azarosa. Bueno, me levanté rehecho, pasé bajo los arcos del acueducto y seguí el camino para cruzar el puente Lusitania, alcanzar la otra orilla del Guadiana y seguir adelante hasta el edificio de IFEME, donde ya te encontrabas explorando la exposición con estos enormes bichos. Mamá salió a la puerta. Puedo recordar ahora y rescato para siempre, tu boquita rodeada de chocolate de un pan con nocilla que comiste para merendar. Mamá no vino sola, sino con Raúl, Paloma, Minerva, Enrique y Alina.
Te veo afanarte con una brocha limpiando el esqueleto de un dinosaurio que está colocado sobre un arenal. Es un recinto que levanta mucho polvo. Luego, inquieto, eléctrico, vas de un sitio para otro y me indicas con el dedo el animal que te gusta más. Apenas puedo retenerte un momento para hacernos una foto juntos y los momentos pasan sin darme cuenta y pensando en la vuelta.
Regreso por las calles de Mérida, ya de noche, con la gente entrando y saliendo de las tiendas y comercios, para esperar al tren que se retrasó. Me siento solo y muerto de frío en medio de esta multitud y quiero salir de allí rápido.
Talavera la Real, 25 de enero de 2011
0 comentarios