Frío y heladas
Camino por la mañana con la idea de encontrarte. Son campos blancos de la helada, el sábado, tras la noche de bebida y música a todo volumen, humo, humo salado y gentes que van de paso, miradas, un sinfín de miradas.
Camino por la carretera, primero por un camino de nata, endurecida el agua por el hielo en los estanques bajos los robles desnudos de enero. Me encuentro contigo en la casa, en el sofá, la cara fina, suave, con señales de las pupas que te hiciste jugando, quizá las únicas señales aún de la vida.
Este camino no para, se abandona la tranquilidad de los campos para estar bien alerta por la carretera. Subo la cuesta, llego al fin, lleno de cansancio, de humo, a estar contigo. Vamos a jugar un poco al campo de fútbol. Te observo con las manos en el abrigo. Hace un frío azul, intenso, cortante, ese viento, ese viento…
Bajo el blanco de la helada, como una pequeña nevada, no prende la hierba seca, ni siquiera los helechos. Terminamos el gas de un mechero prendiendo los rastrojos en la finca. Nos empeñamos, te agachas para manipular solito el encendedor. Las llamas devoran el pasto, se forma una gran llamarada y poco a poco van desapareciendo. Entonces, te miro de soslayo y te veo concentrado, quieto, casi balanceándote embelesado ante el fuego, como estoy yo también, embrujado con la pasión de las llamas, fascinado.
De pronto, desapareces con el mechero y te adentras por el camino de herradura para hacerlo a tu modo. Me quedo tratando de controlar las llamas. El terreno, poco a poco se despeja y quedan tan solo las hierbas verdes y las manchas negras del tiznado.
El sábado por la tarde fuimos los dos al cumpleaños de Noelia, que hace 6 años, en la calle Vahillo, en la parte baja del pueblo, casas antiguas, y calles por donde apenas pasan coches. Los niños jugabais en la calle. Dentro de la casa, en torno a una mesa larga, nos agolpábamos los adultos. Hay aperitivos y bebidas de colores. Hablo con el padre de Rafita que sostiene en sus brazos a su hijo de siete meses, Alejandro y que le va echando a la boca de todo, a trocitos. De vez en cuando entras y te escondes detrás de la comitiva en torno a la tarta. Ana, la madre de Noelia, te ha preparado un sándwich de jamón york, porque no te gusta la pizza de queso. En la calle, apenas lo cogiste, se te cayó con el alboroto del juego. Te reñí, volvimos dentro. Después pusieron panceta y comiste un bocadillo. Volvimos a casa. Yo estaba muerto de sueño.
Como hiela por la noche, colocas un vaso con agua sobre la mesa de la terraza, esperando que se congele. Cuando te levantas por la mañana, te emocionas de ver como puedes sacar un bloque pequeño de hielo del vaso. Y lo guardas en el congelador y te gusta verlo y se te abren y brillan tus ojillos con una sonrisa que te achina la mirada. Y te veo y disfruto, como en un suspiro, un momento, pero disfruto, no te lo cuento, pero lo siento, se me pasa rápido y me deja una huella de felicidad como en un cuento.
Hemos salido el domingo por la tarde, a dar una vuelta en medio de un frío casi insoportable. En el termómetro de la farmacia: 17:43 h. ; 23-01; 4º.
En el parque, donde han allanado con hormigón un espacio donde antes se ubicaban los columpios y las barras de hierro para trepar y que no volveremos a ver, vas cogiendo del suelo pegatinas que encontraste. Es un hallazgo formidable y las metes en el bolsillo. Disfruto viéndote hacer esto.Tus manitas heladas, rojas. Ese pelo medio enredado, medio rubio, carita lisa.
Talavera la Real, 24 de enero de 2011
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