Monfragüe
El sábado día 18 de diciembre, estuvimos en Monfragüe. Yo sé que te costó un poco decidirte. El viernes por la noche, habíamos estado en el Gante, con un frío en la calle que se llama invierno y allí, habíamos hablado con Enrique, que estaba muy emocionado con la idea y con Islam, la hija de la cocinera Sofía. Bueno, Raúl, el padre de Enrique, enseguida se negó a que su hijo viniera con nosotros y solo nos quedó Islam. Bueno, así fuimos a casa y con esa idea nos levantamos el sábado. Fui a buscarte con un paquete de churros y ese olor a calentito que se impone en los sentidos. Pero Islam no vino, su padre no la dejó y tras estar un rato en casa debatiendo qué podríamos hacer, al final, le echaste coraje y nos fuimos, papá y su niño a Monfragüe, donde ya estuvimos hace unos meses, en el otoño pasado. Así es que cogimos el coche, mañana de niebla, despacito por la carretera, hasta el Parque Nacional. Pasamos al lado del Camino Natural del Tajo, en la carretera estrecha que nos deja al fondo, la vista del Parque. Pasamos una presa , donde hice alguna foto y bordeando el río Tajo, llegamos al lugar donde te gusta caminar: la subida al castillo de Monfragüe desde la Fuente del Francés. Este recorrido ya lo hicimos, así es que lo conocías. Chicho nos esperó abajo y no quiso acompañarnos en la subida. La arboleda forma una galería y hay una humedad impresionante. Te paras a tirar piedras, coger palos, a dar golpes con ellos y yo te miro sosegadamente, casi sin cansarme. Vamos despacio en nuestro camino. Han bajado un grupo de excurionistas de Parla, que luego encontramos en un bar de Villarreal de San Carlos. En el suelo hay semillas y frutos secos, también el fruto maduro del madroño. Te caes, resbalas a veces por la pendiente y tus manos, tus guantes y los pantalones claros y elásticos, se manchan con el barro. Subimos y descansamos. Nos hacemos fotos. Todo es sencillo y compartimos la emoción. Tu carita fría, tus mocos a pié de nariz sonrojada, amoratada por el frío. Poco a poco vamos viendo la escarpada plataforma que da acceso al recinto del castillo. Sobrevuelan los buitres, algunos más bajo, con un vuelo expectante. Te dejo los prismáticos y miras al cielo. El Tajo camina serpentando allá abajo, formando meandros de una belleza singular. Subimos al fin a lo alto por unas escalinatas. Te detienes a tirar piedras que forman el camino y otras a un aljibe entre piedras. Te dejo hacer hasta cierto punto. Subimos a la plataforma, los muros del castillo sobre nosotros. Traemos la comida en la mochila. Sacamos los bocadillos y nos sentamos en un lugar resguardado al abrigo del viento y el frío. Tienes frio en tus pantalones finos. Nos pegamos el uno al otro. Te comes el bocadillo de jamón y un zumo. Luego, más tarde, el de jamon york. Subimos a lo alto de la torre del homenaje, desde donde podemos ver toda la plenitud, toda la extensión. Alguien viene y nos hace una foto. Me da un poco de miedo esta altura sin protección.
Como estás tiritando del frío comenzamos inmediatamente el descenso. A la mitad del camino, me emociono cuando me dices que quieres que te dé la mano para bajar más calentito en compañía. Llegamos al coche, Chicho sale a nuestro encuentro y nos vamos a un bar de Villarreal de San Carlos, donde estaba el grupo de Parla . Me tiras sin querer el café con leche, te tomas un nesquik con leche y te caes del taburete de tan inquieto que estás.
En el camino de vuelta, pasando Plasencia, te quedas dormido y poco a poco, tu cuerpo se va cayendo hacia un lado. Tu boquita roja, tus ojos cerrados, tu carita tierna, me emocionaron. Ahora, cuando lo escribo, puedo sentir esa sensación como una espuma en la memoria.
Talavera la Real, 20 de diciembre de 2010
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