En la calle
Puedes verlos en cualquier plaza de una ciudad, vestidos con ropas oscuras, despeinados, con la camisa abierta, los hombre, con vestidos largos y zapatillas, las mujeres. Ellos están curtidos por el sol y tienen grabadas en sus venas la pena, llevan en sus alforjas, entre los cachibaches y demás enseres, el olor de la huída sin retorno. Vienen de Arad, de Bucarest o de cualquier otro lugar de Rumanía. Les tengo un cariño infinito y me siento cerca de donde están. Cambio algunas palabras en rumano. A su lado, reposa un carro hecho de somieres, al modo de una rudimentaria caruta sobre ruedas de goma y un cochecito de bebé que transporta quincallas. Sobre él llevan baratijas, unas barras de cortina que rescataron de los contenedores, un mueble de acero inoxidable, una bolsa de plástico donde guardan el vino blanco, vino de tetra brik.. Me senté a su lado y me quedé mirándolos. El banco de la plaza es su sofá, duermen al cobijo de los puentes, lejos de la gente. Antes, habían discutido medio en broma por no sé qué asunto, pero ahora, quedaron solos dos hombres y los ví trajinar de aquí para allá. Uno de ellos fué a la tienda a comprar algo. Les dí medio euros, que es lo que llevaba encima y trajero una bolsa de hielo. Se sentaron conmigo. Cogieron dos tazas con asa de las de desayuno, y pusieron en hielo y un poco de vino que me ofrecieron. Bebí dos sorbos, luego hablé un poco con ellos y me fuí. LLevan dos años en España pero no han aprendido casi nada español porque nadie habla con ellos. La gente les evita y es normal,pero ellos tienen corazón , un pasado, una historia, sentimientos. Si te acercas a ellos notarás asomarse el hocico de otra cultura como un perro que se resigna a estar dentro de una jaula y nos mira con recelo detrás de los barrotes. Cuando me he ido: sanatate, noroc bun. La lengua común es el primer paso y ahora, cuando los veo pasar por la calle, son como de la familia. No siento compasión, más bien curiosidad. Son nómadas, son libres, sus corazones siempre están despiertos.
En una plaza de Fátima, Córdoba, 23 de junio de 2010
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