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feranza

Cuatro días

Acabo de pasar estos días contigo, estos  cuatro días que me acercaron más a tí. El miércoles llegué por la tarde y venías junto a Maite caminando por la acera, detrás de ella, con un poquito de vergüenza, de timidez quizá, por tu nuevo encuentro conmigo. Traías tu cartera, a hombros, que enseguida dejamos en el coche. Vamos a pasar estos días juntos, enseguida pensé. Y esto nos va a venir bien. Vamos a compartir y a celebrar. Vamos a dejar de un lado la rutina, vamos a intentarlo. Vamos a salir y hagamos las cosas según vayan viniendo. Quiero que todo fluya, como tu energía. Quiero contagiarme de tí en todo. Quiero que también tú te contagies de mí y que tengamos riñas y abrazos. Quiero que todo sea como la vida misma, sin fingir.

Hemos dormido cuatro noches juntos. Siento tu cuerpo en camiseta de tirantes al lado del mio. Siento tu respiración, tus movimientos, tu inquietud hasta el instante en que te quedas laxo, con la boquita abierta en un ademán sumamente tierno, infantil. Admiro esta vida tuya de concentrarte en cada momento, de entregarte al juego en cada instante. Cada momento, cada actividad muere y se justifica en sí misma.

Cuando estoy contigo y mamá no está, casi siempre comemos en el salón. Te gusta estar ahí y aunque se sale de la norma, a mí no me importa. Así que te preparo algo de comida y nos sentamos juntos en el sofá. Te distraes con la nintendo y te oigo comentar en voz alta el juego.

Después de bañarte te quedas un rato con la ducha para jugar. Te gusta disfrutar ese momento. Luego llego, sales de la ducha y te seco. Tu pelo fino, tu piel final, tus ojos de travieso…

El jueves por la mañana te llevé al cole. Luego me fuí a sudar a la finca, donde reina todo un caos de plantas que han crecido hasta sus confines vitales fruto de los ingredientes de sol y humedad. Así es que cuando me cansé, me retiré de la actividad y luego me fuí a casa para esperarte. LLegaste para dormir la siesta. Por la tarde salimos, fuimos a la finca de Enrique y con su padre. Allí jugamos un poco al fútbol con unas pequeñas porterías.

El viernes te quedaste al salir de clase, en casa de Enrique . Allí comí, pues por la mañana y parte de la tarde, estuve arreglándole el toldo en el bar El Lino. Me dí una buena paliza y no fue fácil, pero al final conseguí fijar el soporte al balcón con un sistema con tornillos.

El sábado hicimos una ruta a pié desde un lugar donde dejamos el coche hasta lo más alto en el refugio El Brezo. Anduvimos mucho y estábais cansados. Fuimos Enrique, su padre Raúl, Minerva , tú y yo. Vimos cachorritos de perros bajo una enorme piedra donde había parido la perra, cabras y una vegetación húmeda de helechos, robles y cantuesos. Por la noche fuimos a cenar al bar El Leti, morros y alitas de pollo.

El domingo por la mañana montamos en una colchoneta elástica que hay en el frontón. Los dos dando saltos. Todo un goce, pero que cansa, no creas.  Por la tarde , después de comer, dimos un paseo hasta el puente de palo. Allí abajo te bañaste y eso que el día estaba nublado y no hacía calor. Pero te arrojaste al agua con los mocos en la nariz, sin demasiada timidez. Luego, te enrrollé en mi toalla azul de playa, para que te secaras. Mientras yo estaba tendido sobre una piedra, tú jugabas a bañarte y a arrojar piedras pesadas al agua. Te veía desnudo por el rabillo del ojo. Me gustó verte disfrutar y con el baño te espabilaste que dio gusto.

Valoro mucho ese lenguaje que tenemos cuando estamos juntos. Al principio nos cuenta sintonizar,pero cuando lo conseguimo, es magia, es maravilloso. Vamos juntos y solos caminando. Preferirías quizá ir con tu amiguito, es normal, con él compartes juego y estatura, con él compartes esa ilusión. Pero te vienes ahora conmigo y aunque soy adulto,cargado de adulto, tenemos la vena de la sangre y sabes que a mi lado también aprendes cosas y yo a tu lado, me aprovecho de ese saltar sobre las cosas, de ese machacar los momentos que te hace feliz. Te miro y no hago mucho más. Vigilo un poco tu seguridad, pero eres aliado de las rocas. Te sientas al lado del rusco para acariciarlo y hacerte una foto.  

Cuando mamá llego de Glasgow, con retraso por problemas con el equipaje, la abrazaste al echarla de menos, pero me sorprendió también que lo hicieras conmigo. “Papá, también te echo de menos”. Esto es una colección de emociones. Eso es lo que quiero contigo. Sentirlo todo a tu lado.

Talavera, 14 de junio de 2010

 

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