A Guadajira en bici. Tarde de marzo, de finales de marzo
Iba solo , sobre la bici. En el espacio, en el cambio de espacio, me llegaban olores al campo, a los cultivos, a la tierra abierta, a los frutales en flor. En medio de ese espectáculo, me dejaba llevar por el pedaleo, como una barquita en un canal. Así sentía que estaba vivo, que era más vivo que antes, que estaba siendo protagonista de una historia escrita sobre la marcha, como un cortometraje que acabara de escribir. Me llegaba la tarde, el ocaso, como una rosa recién abierta. Entoces, abría los sentidos y casi me volvía loco, loco y solo , pero con una locura redonda, como una piruleta sin palito. Y en medido de todo eso, en un momento dado, como quien saca agua de un pozo, me acordé de tí, y cogí mi teléfono y te llamé. Eso fué todo. Te llamé porque quería sacarte de alguna manera de tu peluquería o mejor, quería que dentro de tu peluquería olieras lo que yo olía, vieras lo que yo veía y a fin de cuentas, enloquecieras con todo ello, como yo lo hacía. Sobre la bici, además, y con la humedad del ocaso, con este paisaje sereno, pude recuperar algunas cosas de la adolescencia, lo más íntimo, lo más fino. Me sentía de nuevo sobre ese mundo particular de lo inocente, salir a no hacer nada, tan solo y tan grande como pedalear , moverse, oler, oler, y sentir, sintiéndome vivo, sin más aditivos. Dejar la bici al lado del camino, tan simple, y hacer una foto a cualquier lugar, a cualquier cosa que pudiera sugerirme ese momento, en una caza continua de luz y colores. El paisaje me recuerda el olor, nada más por eso, nada más por esa sensación, quise tenerlo en una foto, pero ahora pertenece a mí, yo lo he inventado y me alimento de él. Talavera la Real, 23 de marzo de 2010
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