En el Cerro del Toro. Motril
Está lloviendo. No, ahora no, pero como si lo estuviera, ya que consigo meterme en ese recuerdo contigo, en esos instantes en los que ascendíamos por el Cerro del Toro para elevarnos sobre uno de los techos del monte y ver Motril y sus casas desde lo alto. Al fondo, los barcos parados en la costa y una línea de playa. Hay bruma y llueve. El agua nos pega detrás, bajo los paraguas y nos moja. Subimos por un terreno escarpado del cortafuegos. Al llegar a una altura, comienza un sendero zinzagueante y continuamos la subida hasta la cumbre. Tenías ganas de venir aquí, me dijiste. Y en realidad, la forma de la montaña y su accesible cumbre nos invitaba. Es un camino de pinos lo que dejamos como antesala y allá abajo, se ha acondicionado todo para el acceso a la mina. Detrás dejamos más sierras y más desafíos, pero ahora subimos juntos bajo el paraguas. Este presente es el que nos interesa y sobre el que hablamos. Subimos y gozamos, llenamos nuestros pulmones de aire y algo de sudor, pero sobre todo importa el aquí. En la subida y aún en el llano, disfrutamos del perfume de los romeros, de las pequeñas jaras florecidas, de los pinos sudorosos con la lluvia y la humedad. Subimos cogidos de la cintura, como un paseo vertical. Uno detrás de otro cuando el sendero se estrecha, pero sobre todo, subimos sonrientes y maravillados por este ejercicio, por este camino, por esta cumbre que parece que alcanzaremos en cualquier momento y porque todo esto: ejercicio, camino, cumbre y esfuerzo estén tan cerca, tan cerca de tu casa, de nosotros, de esos lugares donde vamos dejando migajas de pan para no perdernos. Parece mentira, pero estamos allá arriba y enseguida, has pensado que ese sería buen sitio para pasar una noche. Mientras lo pensabas me lo decías y yo lo ratificaba y luego pensamos en cómo sería despertar aquí, con estas vistas. Como cuando estuvimos bajo el puente de hierro sobre el río Guadajoz o en cualquier otro lugar. Sentimos la necesidad de permanencia, eso me gusta, ese es el camino. La necesidad de estar, esa convicción de que esto que nos ocurre, hoy, el domingo pasado, es lo mejor que nos puede estar pasando. Y sobre eso he hablado y mirándome, te brillaban los ojos. Ya sabes lo que siento por tí. Antonio
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