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TARDE DE LLUVIA PARA EL RECUERDO


        En la Estación de Belalcázar. Los Pedroches.
Era una tarde de lluvia en un sábado de invierno a principio de los noventa. Juntos salíamos a dar una vuelta en el coche y en esta ocasión llegamos a una estación de tren abandonada. Es un lugar con mucho romanticismo: las vías muertas, los edificios desconchados, los carteles en ruinas, algún vagón de madera inerte sobre la vía. Nos gustaban los sitios como este, abandonados, solitarios, añejos, para así disfrutar de las caricias al aire libre. Aquella tarde llovía y te cogí de la mano al bajar de mi Renault 5 amarillo. Lo dejé aparcado cerca de las vías. No había nadie. LLovía y el cielo estaba gris, plomizo, como una bóveda. Subimos los peldaños metálicos del vagón de madera, olía a humedad en su interior. Tú y tus veinte años subísteis al vagón. Acaricié tu cuello, mientras besaba tus labios rojos y húmedos, húmedos de pasión y del agua de lluvia. Hicimos en amor allí mismo, dentro del vagón de madera húmeda y la lluvia protegiéndonos de la luz del día, en un aroma de infinito romanticismo y de nostalgia, como la que ahora saboreo al recordarte.



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