AÑO 1991. Octubre
Tarde caída de octubre, azul, muy azul. Olor a pueblo, suave, penetrante, cautivador. El ruido de la lluvia al caer en la calle. Comienza, una vez más, con sus notas musicales, la melodía del otoño.( Fotografía desde mi cuarto de estudio ) Hay días en verano, solo algunos días, que nos sorprenden con una brisa fría y un sol que deja de ser avasallador para convertirse en cortés. son días que abren el espíritu, despejan la mente y todo a nuestro alrededor cambia de una manera singular. Cuando paseo por las calles de mi pueblo, este adquiere para mí, una importancia simpar, casi de ensueño. Es, en estos días, de paz , de sosiego, cuando me doy cuenta de la felicidad que mana de la vida rural, del transcurrir pausado del tiempo, del encanto de las fachadas encaladas, de las casas viejas, de la anciana enlutada que atraviesa la calle aprisa, con un plato en la mano. De la vida tranquila de la novia morena que guarda una sonrisa cuando voy a verla y de su amor en los labios.
Villaralto. Miro al fuego de la hoguera que hipnotiza. Ese constante fluir de llamas, despierta pasiones y recuerdos.La influencia que ejerce en mí es inefable. Me transporta con un halo fantástico a raíces populares y me conecta con deleite a la vida cotidiana,sencilla y perenne del campo. Su calor y hospitalidad relaja la mente
y abona el campo de los sentimientos.
y abona el campo de los sentimientos.
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