LLegaron Los Escobazos. Estamos en la calle oliendo a humo, viviendo las hogueras, cogiendo las escobas con la punta ardiendo. He llegado por la noche y te he encontrado al lado del bar Sopetrán, jungo a una pequeña hoguera, abrigado, curioseando entre los palos, echándolos al fuego, jugando con un pequeño escobón que prendes en la punta y luego apagas chocándolo contra el suelo... El humo y el gentío aumenta a medida que pasa la tarde y el gran acontecimiento de la hoguera gigante frente a la ermita, se aproxima. Hemos subido al balcón del bar Sopetrán, con Tere, mamá y esta familia que ya comienzan a ser casi la nuestra. Miguel abre su local enfrente y nosotros vemos sucederse los acontecimientos desde arriba. Pasa la procesión y el canto a la virgen. Ya sabes cantar un poco y recuerdas las primeras frases " Subía la zarza....". Al fin, ha comenzado a arder la enorme maraña de troncos y ramas y las llamas, imponentes, rugían hasta alcanzar el cielo, devorando sin piedad, tragando sin masticar la leña y casi las copas de las coníferas del parque de Sopetrán. Veo el fuego reflejarse en tu carita roja y caliente, casi quemando a pesar de la distancia. Una hoguera formidable y el gentío rindiendo tributo al dios del fuego. Hemos bajado, te acercas a las cenizas, tocas los palos de carbón, te manchas las manitas, juegas con los materiales que pronto arderán. Inquieto entre las hogueras, te he visto vivir esta noche de diciembre. Me emociona tu interés por el fuego. Me recuerdas a mí, inquieto entre las hogueras, eres el niño de fuego.
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