Dako
Dako. Es tu palabra para rotular con el spray naranja que cogí en Villaralto y que te traje para jugar. Dako es un personaje de dibujos, un personaje de color rojo. Así es que frente a la finca, en una pared de tacos grises, un pequeño cuarto de aperos del vecino, allí escribiste Dako.
El viernes llegué a Navalmoral, al polideportivo donde últimamente juegas tus partidos de fútbol. Es un polideportivo alumbrado con luz eléctrica y cubierto. Estás de portero y por un ventanuco te llamo y me escondo. No me localizas, pero por la voz sabes que soy yo. Hasta que me pongo a tu alcance y me ves y te veo jugar. Luego te han cambiado y juegas para meter gol. Habéis ganado 4-1 a Navalmoral. Es el viernes 25 de noviembre de 2011
Hemos pasado casi todo el fin de semana " finqueando ". Es decir, en la finca. Traje maderitas de un palé destrozado y nos sirvieron de combustible junto a los rastrojos y restos de poda. El humo y el fuego compiten, nuestras ropas se llena de olor a humo, a tierra, de olor a sudor, al trajín de lo agrícola que durante siglos ha unido a generaciones de padres a hijos.
Luce un sol agradecido este fin de semana que ya cuento, que ya pasó, cimentando a otros o más bien, girando en torno a otros como elementos todos de un tio vivo que solo para para morir, descansar, generar otras formas de vida o qué se yo.
Pero eso ahora no importa. Estamos camino de la finca. Te pones detrás. LLevamos las herramientas, las hoces, una para tí, la otra para mí.
Decapitas sin tregua las matas de tabaco que quedaron después de la siega. Te desgastas por esos campos en un frenético girar el brazo y segar el tronco carnoso con las grandes hojas del tabaco. Te miro de reojo mientras voy trabajando en distintas labores. Hemos dejado el coche cerca, sacado un cubo con arena y otro con piedrecitas. Pero no nos dedicamos de momento a la albañilería. Hay que segar y segar los helechos que crecen a miles, los pastos que se arracan con facilidad con la tierra húmeda, rebosante de podredumbre y vida, ansiosa de digerir lo orgánico, tragándose los restos de una poda anterior que ya reposa viscosa. Por otro lado, también nos ha dado tiempo, como no, a quemar, a arrimar el mechero a los bajos de los montones de pasto, allí donde el sol ha secado antes los tallos. Y sale un humo blanco que lo cubre todo.
La llama arrasa todo cuanto se deja. Esperamos pacientes su obra, pero mientras tanto, vas arrimando pasto en llamas a otros lugares. Te gusta verlo todo en llamas. Te fascina desde hace tiempo esta vida del fuego, su dinamismo o su obra, sus consecuencias.
En una maceta, que llenamos de tierra, hemos puesto una bellota y una nuez. Te doy a elegir y eliges la bellota que sembraste empujando hacia dentro unos centímetros.
Estamos en el campo, llenándonos de vida, cogiendo la senda del sudor. Estoy feliz contigo, entre tanto que hacer y contigo, al lado tuyo, sintiéndote vivo, cerca, cerca y al lado mío.
Ese mismo sábado viniste a comer a Losar. Hice arroz con pollo. Mientras tanto, veías la tele y picoteabas tostadas de pan. Luego, llenamos todo de arroz, arroz blanco, mientras te metía los trozos de pollo en la boca. Me eché un poco sobre el sofá, tú , al lado, los dos. Vaya siesta!. Nos levantamos. Fuimos a la garganta de Cuartos. Allí, con el río engordado por las lluvias, hicimos fotos, montaste en el columpio y sobre todo , escribimos , escribimos en las piedras : Papá y Carlos. La primera palabra tú, la segunda yo. En otro lado : Dako. y en una piedra junto al columpio " C 17 ". Así te llamas : C 17. Es de color naranja, como la tarde, como la tarde de un noviembre que se va acabando entre los árboles a medio desnudarse y las setas tímidas a pié del arroyo.
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