Entre octubre y noviembre con luna llena
Quiero recordar aquella mañana. Fué el sábado día treinta y uno de octubre, apenas hace tres días. Cogimos castañas en una red que compró mamá y subimos con el coche, por la piscina de Losar hacia el refugio de El Brezo. Mamá había ido bien temprano a Madrid, para llevar a la tía Corina en su regreso a Rumanía. Estuvo aquí una semana con su jefa, que se llama Emilia. El largo camino a ratos encementado, se hace algo pesado. Hay que ir despacio. Miras, desde tu sillita detrás, la pronunciada pendiente de la subida y te sorprendes. Al llegar, hemos recogido leña y con el cartón que llevamos, hicimos una hoguera. Una hoguera con ramitas de brezo y troncos. Sobre ellos, he colocado la sartén con agujeros y las castañas. Me miras, reluciente tu cara, con una expectación que se acrecienta a medida que la hoguera se agranda. Salimos por los alrededores para encontrar más palos, pero al lado del refugio, rehabilitado no hace mucho, hay suficiente para asar algunos kilos. Luego, las voy echando en una cacerola y de ahí a una bolsa. Entre tanto, las pelo con las manos y te voy dando algunas para comer. Al principio están muy calientes, pero esperando un poco, tienen un buen sabor. Nos llenamos las manos de hollín, de carbonilla de la corteza carbonizada de la castaña. Hay un silencio , una paz, que no se paga con dinero. Tumbado sobre la hierbecilla, tomo el sol, mientras recoges cosas del suelo: piedras, un clavo en forma de pincho.... Oigo el aleteo de los pájaros que pasan en una y otra dirección. Te quiero así, en mi libertad y en la tuya.
El domingo y el lunes ( festivo por Los Santos ), por la mañana, nos pusimos el mono de trabajo y fuimos los dos, vestidos de azul y con herramientas que nos prestó el vecino Rufo, a la finca a quemar rastrojos y apilar la cantidad de pasto y hierbajos que se fueron acumulando en verano. Hemos trabajado, sudado, respirando humo, llenándonos de negro y al final, en el arroyo, te lavo la cara suspendiéndote casi en vilo. Te lavo la cara y la nariz y los restos de carbonilla de la combustión. En este rincón mágico, para nosotros, sudamos juntos. Sudar juntos es unirse por algo inexplicable. Es como una energía compartida y de la que participamos en la actividad. Sudar juntos es quererse más. Te veo adentrarte con dificultad entre las zarzas y los helechos y me hace gracia cuando te caes, aunque a tí te agobia. Luego, cada vez me ayudas más, acarreas pasto para alimentar el fuego, que devora todo cuando seco se encuentra. Domingo y lunes, tras la sofocante tarea y una vez apagado el fuego, hemos ido a mi piso de Losar para ducharme. Como he comprado un dvd con tdt, ahora, puedo ponerte dibujitos y entonces.... magia: quieres quedarte en el sofá a tu antojo, disfrutando de los dibujos animados. Me encanta esta actitud, este cambio. Sueño con pasar horas felices juntos en un lugar, en cualquier lugar, no importa donde. Sueño con tenerte días enteros y sentirnos compañeros y amigos en actividades que surjan.
Por las noches, acudimos al Gante para que juegues con Quique y otros niños. El sábado por la noche te hiciste una pequeña herida en un ojo con la punta de una yuca y te llevé al consultorio. Por suerte, no ha sido casi nada.
Cuando ves un palo seco, siempre me preguntas : " Papá, ¿ ese palo está quemado ?." Y yo te contesto: " No, está seco".
Ayer mismo, con la luna llena en el horizonte, saliento por el este, en el camino del tanatorio, hemos ido a pasear con el patinete. Sigues vistiendo con tu traje de spiderman, ahora en su lado azul y azul oscuro. Sobre el patinete te veo alejarte aprovechando la pendiente. A la vuelta, hemos hecho una carrera, los dos corriendo. Osucurece y no quieres caminar más. El embalse de agua está vacío por completo. Hace algo de fresco. Estoy a punto de irme a Badajoz. Cuando te quedaste en casa, los dos sudábamos, bajaste triste la cabeza. Yo me fuí con una pena infinita y me costó subirme al coche. Al lado, apoyado en la pared, quedó el palo que cogiste de la finca. Nunca me acostumbraré a despedirme de tí.
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