Felipe " El Lelo"
La última vez que lo ví fué el viernes pasado, el día 23 por la noche. Estábamos al lado, en el bar Sopetrán con Miguel y con Tere. Carlos jugaba en la puerta, entraba y salía como casi siempre. La casa de Felipe y su mujer está muy cerquita, apenas veinte pasos del bar y como se estaba recuperando de su enfermedad, acudíamos a verlo siempre que podíamos. Felipe era un hombre activo, medio sordo, pues llevaba un aparato en la oreja, pero entrañable, cercano y con una mirada azul y generosa.
Él fué quien hace más de cuatro años, me vendió el trozo de tierra que tengo en el paraje de Los Parrales Bajos. Lo veía pasar a menudo con su cuatro ele rojo, camino de la finca o regreso. Su trocito para las chucherías , como llaman por esos lares, estaba en el camino que tomo para ir a lo mío. Tenía una amplia variedad de cosecha de hortalizas y otros productos , que cultivaba con esmero y dedicación. Recuerdo de pasar al lado con el coche y pararme con él unos momentos. Abría con sus manos las matas de habas y arrancaba unas cuantas para llenarme una bolsa. En otra ocasión me daba una lechuga batavia, que se cultiva bastante por aquí. , alguna berenjena, algún calabacín. Era un hombre que no se enfadaba, delgado, nariz aguileña, algo encorvado, propio de los hombres de campo.
Pero la enfermedad que no perdona, se hizo cargo de él a principios de verano. Estuvo ingresado en el hospital de Navalmoral y pudo regresar a casa pasados unos días.
Cuando llegué el viernes a Jarandilla y ya de noche, subimos la escaleras que conducen a su vivienda y ahí lo ví por última vez, en el sillón, con la bolsa para la orina sobre la silla, rodeado de su mujer, su hija, una nieta. Subimos Beatriz, Carlos y yo. En el mueble bar tenían una bolsa de chucherías para el niño. Me senté a su lado, le cogí la mano.... Me alegré verlo así, recuperado casi del todo, locuaz, sereno, vivaz.
Pero ayer me dijeron la noticia. Beti me lo dijo por teléfono. El lunes a mediodía salió para las traseras de la casa y se colgó de una cuerda. Lo tenía todo previsto. Quizá fué demasiada tensión, demasiados días haciendo una vida distinta, demasiada casa, demasiado salón, demasiada gente cerca tanto tiempo. No lo podremos saber nunca, pero el lunes se quitó la vida, que no perdió hasta ayer martes, pues aún respiraba cuando su hijo Paco lo rescató.
Escribo estas palabras con pena y cariño a este hombre. Pasaré por su huerta como un lugar sin vida, rondaré por su casa como un desierto, sentiré que el pueblo ha muerto un poquito y dentro de mí, sin duda, habrá un lugar eterno para él.
Badajoz, 28 de octubre de 2009
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