QUINTO DÍA: 19 DE AGOSTO DE 2001
Al viajero le han llegado las ocho de la mañana dentro de su saco y no le ha importado, pues hoy no piensa caminar mucho. En el cielo azul intenso, se refleja la placidez de este primer domingo de viaje. El viajero durmió bien y apenas se desveló. Cuando se pone en pie, toca la hora en el reloj de la torre y al poco tiempo repite su sintonía por si alguien se despistó en el cómputo de campanadas.El viajero se levanta al fin, recoge sus cosas, hace una necesidad y baja al jardín, pasando delante de la casa que le cobijó. Es una casa vieja, de fachada amarillenta, donde vive, al parecer, una mujer mayor que hace poco tiempo enviudó.He atravesado el puentecito y me he lavado la cara y las manos en una fuentecita con pulsador. Es un chorro que enseguida se corta y hay que apretar con una mano y apañarse con la otra. He bajado hasta la Glorieta y me he metido a desayunar en el bar Santana. Apenas hay gente por las calles. Me he tomado un café con leche y dos madalenas hechas en un horno del pueblo.El viajero escribe estas notas mientras tose de cuando en cuando. El viajero se dió cuenta de que le ha salido una ampolla en el pie izquierdo que le produce molestias; ha pedido aguja e hilo, pero no me lo pudieron dar. He dado un paseo hasta la Plaza Mayor, donde hice una foto y me senté a tomarme un anís con un hielo en el bar El Casino. Hoy es domingo hasta para el viajero, que se deleita de la copa y del silencio que le rodea. Arriba, en un cable de la luz, se oye la conversación de dos golondrinas. El viajero necesita de estos momentos de sosiego y quietud par abstraer su mente y aunque su camiseta está seca, sigue caminando por el plano, recorriendo con el bolígrafo, los lugares por donde ya pasó y se embelesa mirando a cualquier parte, disolviendo en el anís las ganas de caminar. De vez en cuando, le gusta sentirse un poco sedentario, aunque solo sea transitoriamente y se camufla entre los vecinos del pueblo, que uno a uno van acudiendo a los bares mañaneros para leer el periódico y estarse quietos, medio paralizados, durante horas.En la iglesia de Santiago hay misa a las diez y van llegando las viejas para la celebración. Esta iglesia fué declarada de Interés Cultural en 1983. Según me he documentado, la primera iglesia parroquial de Santiago se terminó de edificar en los años veinte del siglo XVI y debido a la pobreza de los materiales empleados en la obra, fué deteriorándose con el tiempo, por lo que en 1667 se proyectó la construcción de un nuevo templo de mayores proporciones junto al viejo. El día 23 de marzo de 1778 fué bendecida la nueva parroquia. El edificio tiene planta de cruz latina, con cúpula sobre tambor en el centro del crucero, nave central de cinco tramos, seis capillas laterales y ábside que incluye el altar mayor. Cabe destacar que procedente del templo anterior, se conserva una escultura en madera del santo tutelar y una imagen de la Virgen con el Niño, ambas del siglo XVI. En el crucero hay un retablo que debió ser realizado hacia 1770 y dedicado a Nuestra Señora de los Dolores.Al lado, hay una cruz de mármol negro con leyenda: “ En memoria a las víctimas de la guerra”. Por la otra puerta, unas mujeres barren los restos de legumbres arrojadas para una boda. Hay tambien papelillos de colores. Sobre la puerta, grabadas en la piedra, unas frases en color negro: “ La religión católica, apostólica, romana, única y verdadera. La Nación la protégé por leyes sabias y justas y prohibe el ejercicio de cualquier otra. Constn. de La Monra. Espa 71º 2º Cap. 2º Artº 12. Al viajero le hace gracia y lo escribe. La patrona de Pliego es la Virgen de Los Remedios y en el Barrio del Cristo está la ermita con la Virgen, cuya estructura original ha sido remodelada a través de los años, aunque su fábrica es barroca, del siglo XVIII. Se trata de un edificio de planta basilical con tres naves. El desnivel entre la central, de mayor altura y las laterales, se aprovecha para iluminar el interior. Por fuera, varios contrafuertes absorben los empujes de la nave central, que está cubierta a dos aguas. La fachada y el interior han sido respetando el juego de líneas y el remate en forma de pequeña espadaña.
Como ejemplo de la presencia de los primeros pobladores de Pliego, se encuentra el asentamiento de la Almoloya, centro urbano de la Edad del Bronce en su fase argárica, que se mantuvo activo durante el segundo milenio a. de C.
En la Edad Media, destacó un foco de poblamiento que se encontraba en las inmediaciones del barranco de La Mota, como el poblado fortificado de La Mota ( siglo XII-XIII) declarado Bien de Interés Cultural en 1985 y constituyendo el primer asentamiento medieval islámico de importancia en el actual término de Pliego, Castillo de Pliego ( siglos XII - XVI ) que según el Tratado de Alcaráz ( 1243 ), pasó a manos de militares castellanos al constituir un recinto seguro para controlar la población mudéjar de La Mota y cuya fortaleza quedó fuera de uso y abandonada en los primeros años del siglo XVI, conservando actualmente la parte de la Torre Principal y de la Antemuralla y núcleo urbano de Pliego ( desde el siglo XIII hasta nuestros días ).El viajero se sienta a la entrada de una casa a escribir y las señoras, provistas en su mayoría con abanico, entran a misa. Dos mujeres, en la puerta, buscan monedas para el cepillo. Una señora friega la puerta de su casa baldeando agua con un cubo. Se aceleran las campanadas; es el último toque. Al mismo tiempo, en la Torre del Reloj, ubicada en la calle del mismo nombre, dan las diez de la mañana. La construcción de esta torre es del siglo XIX. En mitad de la calle Federico Balart ( 1831 - 1905 ), hay una placa dedicada a este “ inspirado poeta, preclaro crítico e ilustre político y periodista. Sobre este personaje hago una breve reseña biográfica : “ Nace en Pliego, el día 22 de octubre de 1831. Como muchos de los literatos murcianos, tras estudiar el Bachillerato, cursa los estudios universitarios de Derecho. En 1870 es nombrado subsecretario de Gobernación. Al retirarse de la política ocupa el cargo de contable en el Banco de España. Hasta 1894 su labor literaria se limitó a trabajos publicados en la prensa, pero su fama literaria le viene sobre todo de su libro «Dolores», publicado cuando tenía 63 años. El libro estaba inspirado en la muerte de su esposa y en la soledad de su ausencia. Además de este libro publicó, también en verso, «Horizontes» y en prosa, «Impresiones, Literatura y arte». Póstumamente aparecieron los libros en verso titulados «Sombras y destellos» y «Fruslerías». En 1891 fue nombrado miembro de la Real Academia Española, aunque no llegó a tomar posesión del cargo. Murió en Madrid el 11 de abril de 1905.”
Y de paso, llevo a estas páginas uno de sus poemas.SOLEDADCuando abatido dejo mi casay al campo salgo, triste y sombrío,tal vez me quedo mirando al río,tal vez me quedo mirando al mar:Como esa linfa que pasa y pasa,fueron mis dichas y mis venturas;como esas olas mis amarguras,que van y vienen sin descansar.Mudo y absorto, solo y errante,ya en mí se cifra mi vida entera:nadie se cuida, nadie se enterade los suspiros que al viento doy.Ya no me queda ni un pecho amanteque con sus penas mis penas junte,ni un dulce labio que me preguntede dónde vengo ni adónde voy.Nadie ve el duelo que mi alma llena;mis negras dudas a nadie fío;todas mis fuerzas embarga un fríoque al fondo llega del corazón;y a solas paso mi amarga pena,y a solas vivo y a solas muero,como en la nieve muere el corderoque entre la zarza dejó el vellón.(Dolores)El Ayuntamiento le dedica este recuerdo . 30 de mayo de 1959. Al mismo tiempo que este personaje pleguero ilustre, destacan tambien Francisco Sandoval y López, catedrático de filosofía, junto a Pascual Martínez Abellán, uno de los precursores de la lingüística en su época.El viajero se mete por la calle Mayor, dejando a un lado la calle Posada, que sube desde la plaza y desde la Glorieta, se baja a la carretera que va a Mula. El viajero abandona así el pueblo, quizá un poco antes de lo esperado y no deja de reconocer que si le hubieran dado conversación o se hubiera entretenido en hojear algún folleto de la historia de Pliego, quizá se hubiera quedado más tiempo, sentado a la sombra de un toldo o al amparo del aire acondicionado de alguna cafetería.
He caminado muy despacio hacia Mula, que está cerca y no hay prisa por llegar. Es una carretera en linea recta. Al fondo se ve este pueblo y a ambos lados de la carretera, se extienden cultivos de albaricoqueros. He parado para cruzar unas palabras con un señor que estaba detrás de una valla. El albaricoque se recoge entre mayo y junio y se paga a unas setecientas cincuenta pesetas la hora. Los trabajadores, en su mayoría, son extranjeros, moros y ecuatorianos.
Al viajero le resulta monótono el camino por el arcen, pero no han pasado demasiados turismos ni camiones, por ser día festivo. He cruzado el puente sobre el río de Pliego, que va seco, aunque más bien podría decirse que no es ni siquiera un río y que solo hay piedras y arena. He llegado a Mula, a seis kilómetros de Pliego y que ya venía viendo desde lejos.
Al entrar en el pueblo y después de atravesar unos almacenes de fruta, me he metido en una cafetería para tomar un café.
El viajero da una imagen intelectual, un poco bohemia quizá, cuando llega a un sitio y se coloca solo, extendiendo planos y cuadernos sobre la mesa y en silencio, se pone a escribir un buen rato. Al principio, las miradas se centran sobre él, luego le dejan estar. El viajero, siguiendo las indicaciones, se va a buscar el museo arqueológico y que por fortuna está abierto hoy domingo; se recorre las calles de Mula y ahora está dentro del museo, a cuya recepción se encuentra Lucía, una chica de ojos azules, bueno, uno azul y el otro, según dice, verde.
Me ha pedido el carné de identidad y he cruzado con ella algunas palabras. He dejado la mochila en la planta baja y subido a la primera planta. Según lo escrito en un folleto que edita el Ayuntamiento de Mula, la Concejalía de Turismo, puedo contar lo siguiente sobre el museo: “ Su nombre, Museo de El Cigarralejo, procede de que en este lugar se custodian los materiales arqueológicos aparecidos en el yacimiento ibérico del mismo nombre y datado en el siglo IV - I antes de Cristo. Las excavaciones han sido llevadas a cabo por el ingeniero de caminos D. Emeterio Cuadrado Díaz, desde 1948 a 1988, encontrando un total de 547 tumbas. En las vitrinas se guardan restos de esta cultura relacionados con la vida social, económica, doméstica, guerrera, etc. La sede del museo es el palacio del Marqués de Menahermosa, edificado hacia 1750 por Doña Magdalena de Mena Ferrari. Es construcción barroca con ladrillo visto y tapial. Los mármoles rojos de la portada son de Ceheguín. El ayuntamiento de Mula compró el edificio que lo cedió al Estado para sede del museo”.El viajero conoce a Juan García Sandoval, dinamizador del museo y habla con él, recibiendo de su amabilidad, folletos en los que sustenta esta información documental y del que se despide con un fuerte apretón de mano.He subido por una calle que lleva a la Plaza del Ayuntamiento, calle Poncio y he parado en el bar El Casino, o bar Bahía de Santander, regentado por José Ángel. Cerveza y tapa en el exterior, frente a la iglesia de San Miguel.............(poner detalles )...................... Una niña de cuatro años, que se llama Andrea y que es la hija de José Ángel, ha estado husmeando en la mochila. Todo lo pregunta y al viajero no le parece mal responder. La niña, inquieta, me lo toca todo, indagando en los bolsillos del macuto y extrayendo cosas de él.
Al viajero le gusta que los niños se le posen a su alrededor e incluso que se lo revuelvan todo, pues necesita acercamiento, confianza y caer en gracia. Aprecia la atrevida ingenuidad de la chica y le hace una foto con su gorra y todo.Sobre la ciudad de Mula y partiendo de la información obtenida en otro folleto que ha caído en mis manos, de igual formato que el anterior, puedo contar sin aburrir: “El más antiguo de los templos parroquiales es el de Santo Domingo de Guzmán, antigua mezquita. Fachada renacentista, claustro barroco e interesante ajuar.
Cabe destacar la parroquia de San Miguel Arcángel, a la vista del viajero, empezada a construir hacia 1560. En la fachada que da a la plaza puede contemplarse un esbelto campanario dieciochesco y portada con mármol de Ceheguín. Su interior es barroco con planta de cruz latina.Convento de la Purísima Concepción, franciscano. Su fundación se atribuye al Tercer Marqués de los Vélez y al Concejo de la ciudad. El conjunto consta de iglesia, claustro y convento propiamente dicho. Antiguo hospital y posteriormente desamortizado ( 1835 - 1836 ) pasando a propiedad del Estado y vendido a D. José Bayona en 1849. El convento se dedicó a vivienda y posada y el tempo se alquiló para teatro. Fallecido D. Juan Bayona, sus dos hijas heredan la Iglesia y éstas, al ser religiosas, la donan al obispado. Se cierra definitivamente en 1917 y se convierte en almacén de carpintería, hasta que recientemente, una vez restaurado, se ha vuelto a abrir al culto. En sus bajos se ha instalado una oficina de turismo.Santo Domingo, San Miguel Arcángel, Convento de la Purísima Concepción y Real Monasterio de la Encarnación, son hitos religiosos que jalonan el entramado urbano de Mula.”
El viajero se come un plato de cuchara a base de patatas cocidas con bacalao y ensaladilla. Al viajero lo tratan como a un rey y mientras come, pone su cuaderno y folletos en una mesita auxiliar que le colocaron a su izquierda. A Andrea le gusta el baile y se lo demuesta al viajero con coreografía inclusive. La niña, sentada en una silla en la misma mesa que el viajero, a su derecha, escribe su nombre en un papel y pinta a una reina, con una corona inmensa y las piernas que le salen de la cabeza con dos bolitas para los pies. Al viajero, después de comer, le entra sueño, paga, le invitan a un café, charla un buen rato con Maite, la mujer de José Ángel y hasta congenia con ella. Ambos son de Santander y llevan cuatro meses en Mula. El viajero se lava los dientes y después de despedirse con dos besos, sale en busca de una sombra para echarse un rato y la encuentra junto a la pared del Centro Joven, sobre un banco de piedra. Las moscas y los ruidos le impiden conciliar el sueño y entra en el propio centro juvenil, donde tienen música clásica puesta a todo volumen, como en el orfeón donostiarra.
El viajero se afeita donde puede; esta vez en los servicios del local y después se sienta y escribe algo sobre Mula, sobre su historia: “ El período más antiguo del que se han encontrado restos es el Paleolítico Medio y en el Cerro de la Plata. Cultura Ibérica en el Cigarralejo, presencia romana en el Cerro de la Almagra, campo de Cajitán, Villaricos y en Los Baños de Mula, localidad esta última donde el día 2 de febrero de 1999, se localizó el epicentro de varios seismos de 3,5 y 5,2 grados en la escala Richter y que afectó a las provincias de Alicante, Almería, Albacete, Valencia, Castellón y Madrid y que por fortuna solo causó daños materiales. En el Pacto de Teodomiro aparece Mula y así se demuestra que fué una de las siete ciudades más importantes del sureste peninsular hasta el siglo X. Influencias del Islám las encontramos en el Castillo de la Puebla o de Alcalá y en el trazado de las murallas que cercaban la ciudad en esa época. El castillo fué reconstruido como fortaleza por el primer marqués de Los Vélez en 1525, fortaleza de Los Fajardo. Mula fué declarada, en su casco antiguo, Conjunto Histórico Artístico Nacional en 1981.He dejado el Centro Juvenil y subido al Monasterio de la Encarnación, el cual está habitado por religiosas de la orden de Santa Clara desde hace más de trescientos años. He llamado a la puerta pero no se puede visitar, tampoco la iglesia, que están reformando.
El viajero no obtiene permiso para entrar, permiso que solicitó a través del telefonillo y se sienta en el porche para escribir, esperando que pasen las horas de calor. Luego se levanta, cruza la calle de Las Monjas, estrecha y sombría y se va a parar a la ermita de Nuestra Señora del Carmen, tambien cerrada. Las vistas son buenas desde aquí. He bajado por la calle Barrancal, que la bautizaron así por ser la salida natural de las aguas recogidas por los montes del noroeste de la ciudad. En el siglo XVII se denominaba como Barranco de las Galianas, por servir de vereda de ganado. He bajado a la carretera, pero antes de salir del pueblo, he pedido aguja e hilo a una señora que cosía tras la ventana, para atravesarme la ampolla del pie; así es que me he sentado en el suelo y he dejado el hilo blanco cosido en la piel. Unos chicos que venían de la piscina, me indicaron una vía alternativa para caminar, es la vía verde que une Caravaca con Murcia y que sigue el trazado de la antigua vía de tren, pasando la carretera, justo al lado.
El viajero se siente bien y aunque sean poco más de las seis de la tarde y haga calor, se ha puesto a andar porque no podía estar más tiempo en Mula y acudió al camino como hijo de él, pues es el caminar lo que realmente le da razón de ser, lo que le ubica y le hace sentir bien. El viajero ha tomado una ruta que aunque está asfaltada, es tranquila y no hay desniveles.He pasado por campos de huertos y casas de labor donde se cultivan limoneros y albaricoqueros, caminando en línea recta y atravesando un puente a gran altura sobre la rambla seca del río Mula, donde han aprovechado para el cultivo.La comarca del Río Mula, se sitúa en el centro de la región murciana. Comprende los municipios de Albudeite, Campos del Río ( con su anejo de Los Rodeos ), Mula ( con las pedanías de Yechar, La Puebla de Mula, Los Baños de Mula, Fuente Librilla, Casas Nuevas y El Niño de Mula ) y Pliego. Este territorio abarca una gran cuenca sedimentaria, ligeramente inclinada hacia el Este, atravesada por los ríos Mula y Pliego, los cuales han creado fértiles huertas de los cuatro pueblos de la comarca con gran abundancia de ramblas y barrancos.El viajero se asoma por la barandilla del puente y piensa en la altura y en la caída. Después he llegado a un cruce con la carretera, la he atravesado y continuado en línea recta, separándome de ella. He encontrado un nuevo puente, aún más alto que el anterior, un puente con una altura que da pánico y desde donde he fotografiado la aridez del terreno y las formas caprichosas de la roca. En el cruce, a la derecha, se pueden ver las casas de la Puebla de Mula. El terreno es de una sequedad asombrosa, como en el desierto almeriense y el viajero, acostumbrado a la monotonía, camina y calla, sin demasiadas consideraciones. He sacado de la mochila el librillo de Miguel Hernández y leído casi toda la elegía por la muerte de Federico García Lorca. Justo en este momento ha pasado un ciclista y lo he parado, oportunamente, para preguntar, pues más adelante la vía asfaltada se termina y llegamos a un cruce donde se sitúa la antigua estación de Los Baños de Mula, semiderruída ya, pero aún con el letrero que la identifica como tal.
Al viajero le dan algo de nostalgia las estaciones abandonadas, como testigos de lo que fueron y ya sin vía férrea que las sustente, sin pasajeros que la llenen, sin ruido de trenes a los que esperar. Por indicaciones del ciclista, el viajero toma a la derecha por la vía asfaltada, aunque se ha informado que continuando en linea recta, se puede seguir la via verde que traía.He bajado por carretera en espiral hasta un puente sobre un río con algo de agua y vegetación por las aguas termanes de los baños. He tomado a la derecha, haciendo varias fotos al paisaje y al poco tiempo he llegado a los baños, a las primeras casas de la aldea de la Misericordia, solitarias. Han llamado poderosamente mi atención, en su tranquilidad, en su silencio de encanto, casi como un cuento. Después la cosa ha cambiado y llegan los edificios, los vehículos y las casas que ofrecen baños por horas en habitaciones como nichos. He entrado para preguntar, en un bar con baños, pero me ha parecido pequeño, ridículo y al precio de mil pesetas la hora, incluso abusivo. En la puerta, antes de irme, me he quedado hablando un poco con una gente que estaba sentada bajo la sombra y su curiosidad nos ha adentrado en varios temas de conversación.A la salida del pueblo, al pasar una curva, hay una fuente, maravilloso presagio, un pilar pequeño junto a la roca, con varias salidas de agua, que además poseen la misma temperatura que la de los baños.El viajero no se lo piensa dos veces y se desnuda, se coloca el bañador y aunque el espacio es reducido y algo incómodo el baño completo, se enjabona y se aclara luego, notando el bienestar del agua caliente en su piel y en su interior, la suavidad con la que cubre su cuerpo.He tenido que agacharme para aclararme el pelo de champú y justo al levantarse he dejado una tira de piel de mi espalda en el caño. Ahora me escuece y noto sangre. He salido, me he vestido y continuado, repuesto y aseado, carretera arriba hasta el cruce y luego a la izquierda, por la vía de servicio paralela a la carretera que enlaza Mula con Alcantarilla. Al entrar en la Venta de la Magdalena, he tomado varias cervezas y algo de chacina de tapa y me dieron yodo y gasas para darme un poco en la herida. He seguido, ya a la caída del sol, por la pista que es ahora de tierra, pasando tras una gasolinera y recuperando de nuevo la carretera que conduce a Albudeite.He estado durante mucho rato hablando con Beti, que me llamó al móvil muy animado y emocionado. He sentido mucha nostalgia y a la vez, alegría. Al llegar al cruce he optado por tomar hacia la derecha. Ya oscurece, se ven las luces del pueblo allá abajo. He entrado por la primra calle de Albudeite y me he quedado un rato hablando con unas mujeres sentadas al fresco, con los niños alrededor jugando. Me han ofrecido agua. He continuado la calle que va serpenteando hasta llegar a un cruce y luego a la izquierda, hacia el centro de Albudeite.La gente, inquieta y más aún los chiquillos, no pueden evitar su curiosidad y preguntan lo más inmediato que les viene a la cabeza cuando me ven pasar: - “ ¿ de donde eres ? . El viajero responde como puede y va solucionando su papeleta, renunciando a duras penas a su anonimato. En el cruce, sentados en un banco, apiñados, hay un grupo de chavales que lanzan ironías contra el viajero, el cual va saliendo adelante, con la mayor educación posible.Me he adentrado en el corazón del pueblo, justo cerca de la iglesia de Los Remedios y se me ha ocurrido meterme en el bar del hogar del pensionista o de los mayores como pone aquí, quizá para resguardarme un poco. Aquí he cenado carne con salsa, albóndigas y algo de pan, tambien cerveza. He escrito estas últimas notas con algo ya de sueño.
Albudeite cuenta con algo más de mil trescientos habitantes y la distancia a Murcia es de veintiseis kilómetros
Sobre el escudo del pueblo he encontrado lo siguiente:“ El blasón está partido por la mitad. A la derecha, sobre fondo azul, una montaña y, sobre ella, una flor de lis en oro. A la izquierda tres rocas con tres ortigas de seis hojas cada una, sobre ondas de playa y azul y campo de plata. Los símbolos representan la jurisdicción del Marquesado de los Vélez, y del marquesado de Beniel.”
La historia de Albudeite nos habla de un castillo levantado sobre el escarpe donde se asienta la villa, fortaleza que siglos más tarde se transformó en mezquita. El obispo Aguilar, en su libro las Constituciones y Fundamentos de la Iglesia de Cartagena, la cita por primera vez en el mundo cristiano, referencia que después recogería el licenciado Cascales en sus Discursos Históricos. Desde que el rey Juan II la cediera a los Fajardo, fue vendida a los Ayala quienes, a su vez, la entregaron a don Luis de Guzmán, descendiente por linea directa del beato Santo Domingo que vino a predicar a los judíos por mandato expreso de los Reyes Católicos.
En el año 1.410 acaeció un hecho trágico: el alcaide, Antón García de Foloes, y su esposa, fueron asesinados por uno de sus criados, un musulmán cautivo del Reino de Granada que se dio a la fuga con dos rehenes, fue capturado cerca de Alcalá y traído a Albudeite para su posterior ajusticiamiento. La población era exclusivamente árabe y, paradójicamente, la expulsión de los moriscos que desplobló el valle de Ricote, no afectó a la villa. En 1.652 padeció las trágicas consecuencias de la riada de San Calixto que destrozó la iglesia de Nuestra Señora de los Remedios y las casas y bancales más próximos al cauce del río Mula.Solo el fútbol en la televisión, rompe el silencio absoluto. Después de cenar he salido a dar una vuelta por el pueblo hasta el puente. Albudeite está animado y hay gente y chiquillos por todos lados. El viajero, con su mochila a cuestas, va llamando, sin querer, la atención. Al viajero le gustaría haber pasado desapercibido y estar un rato solo, sentado al fresco, hasta que le entrara sueño, e irse a dormir; pero al viajero le reclaman por todas partes y tiene que coordinar las intervenciones con un gesto reclamando paciencia con la mano.En un jardín a la orilla del apenas reconocible río Mula, he conocido a unas chicas que hablan de amores y que quieren sentirse famosas, pidiéndome que las incluya en estos apuntes para que un día, puedan leer su nombre y apellidos en algún libro editado. Enseguida se dá uno cuenta que estas muchachas, como tantas otras, ven demasiadas películas y no le he dado más importancia. He estado un rato sentado y luego he subido, cruzando el puente, a la parte más alta del pueblo. Unos chicos, sentados en piña en un banco de madera, me han llamado y he acudido para satisfacer sus deseos de curiosidad.El viajero ha dejado su mochila en el suelo y ha estado bastante tiempo hablando de lo que le pasa, notando como sus interlocutores llegaban incluso a cansarse. A partir de entonces, seguramente, al viajero lo han mirado con otros ojos, como incorporándolo a su círculo de gente conocida, dándole un baño de cotidianidad, arma con doble filo de la que espera huir pronto.He subido la cuesta y a la derecha he encontrado el parquecito que me indicaron para dormir, donde no hay fuente, pero sí la tranquilidad que busco, iluminada por las farolas que atraen insectos. Una pareja se deleita en compañía, sobre un banco. Unas señoras ofrecen una botella de agua fresca al viajero, que no desprecia. Me he tumbado en uno de estos bancos, al lado de un seto, una vez extendida mi cama de aislantes y el saco de dormir.Al viajero le ha extrañado y de paso agradece, que unas señoras se acerquen a él y le ofrezcan agua, venciendo la barrera de desconfianza natural que surge en estos casos. Coloca la botella al lado de su cama, rellena la cantimplora y se acuesta. Cuando ya estaba conciliando el sueño, se han acercado unos chavales que pidieron agua al viajero y se llevaron la botella; seguramente venían bien sedientos. A veces, el viajero tambien provee, de todo hay.
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