Si la piedra azul te castiga y el sol, que escondido tras el agua, no supo hacer cierto el mediodía, acude a mi mano, vida mía. Porque la palabra apresura al beso y estando entre mí, no te faltarán panecitos de cielo. Entre tú y yo, ya verás, casi sin quererlo, habremos alisado el contorno óseo, pétreo, del recuerdo. Acude a mí, que yo te brindaré mis versos y sobre la genista amarilla, brillará tu pelo. A nuestro lado, desplomadas las estrellas, se precipitarán en el susurrro lechoso de las fuentes calizas que dan vértigo para el cuerpo, pero que enriquecen la vida. Acude a mí, a mi momento, que soy también agua y acero, que soy partícula insignificante en su agonía, que soy célula y órgano. Pero ahora calienta el sol y sé capturar con mi corazón, sus rayos al vuelo.
Castilblanco de los Arroyos, Sevilla, 25 de marzo de 2001
0 comentarios