CARTA A CARLOS. SEVILLA 21 MAYO 2007
Este fin de semana que ha pasado, estuve de nuevo contigo, allí, en Jarandilla. El viaje lo hice, pues casi como siempre: salida sobre las doce y cuarto, primer aire acondicionado en el coche por el calor, primer verdadero calor del año, y luego, pues parada en Villafranca de Barros, para comer un poco, en ese parquecito que ya me huele a cotidiano, de lo que llevaba: latitas de pescado en conserva y alguna fruta ( cosa que también comienza a hacerse habitual en mis viajes de ida ). He llegado sobre las cinco o cinco y algo. Y por primera vez, saliste a recibirme al ascensor. A recibirme además, con los brazos abiertos. Esto me produjo una emoción que no pude contener. Y te abracé, vaya que si te abracé !. Y luego, los dos, jugamos en el suelo y nos miramos y nos tocamos y sonreímos. Salimos a la feria. Ahora, junto al parque y con motivo del día de la Virgen, han colocado atracciones para vosotros, los pequeños. Te subes en varias de ellas : hay una de dos pisos y colores, tapada por una red, donde hay pelotas de plástico y obstáculos. Te veo allá arriba, entre esa jaula de juguete y con otros niños, jugando. Juego contigo y te recojo en varias fotos. Luego hay otra atracción que es hinchable, una gran estructura de aire donde poder botar y botar. Has subido allí con otros niños, tu amiga Eva. El sábado por la mañana, mamá se levantó temprano para ir a Talavera de la Reina a comprar ropa para una boda. Nos quedamos solos, tú y yo, en casa toda la mañana hasta que ella regresó. Tan solo salimos a dar una vuelta cerca. Estabas impaciente. Querías que volviese. Algo angustiado quizá. En casa jugamos con pinturas. Uf. todo lleno de ellas: el suelo, tu ropa, tus manos, la mesa....Tienes las rodillas arañadas, de caerte muchas veces. Y vuelves a producirte heridas, en el mismo sitio. Tus rodillas arañadas son síntomas de actividad, de actividad de niño, cercana al suelo, rozando la tierra siempre, jugando con las cosas y cayéndote muchas veces, como debe ser. Cuando llegó mamá, ya dormías, después de comer apenas nada y desayunar menos. Dormías y cuando lo haces, ¡ ay, que imagen!. Casi se me saltan las lágrimas, están a punto de hacerlo en los contornos de mis ojos. Solo de recordarlo y de recordar el futuro ( fíjate lo que digo ), de recordar el futuro, que parece que ya te veo mayor y todo esto habrá pasado para siempre. Pero no quiero situarme allí, tan solo nombrarlo, pues no puedo dejar de hacerlo. Bueno, el caso es que el sábado por la tarde fuimos al parque y allí, después de probar nuevamente los juegos de feria, pasaste por el columpio junto a tu amigo Francisco, al que quieres con devoción. Su mamá se marchó a trabajar y vino su abuela Felipa a tomar algo a la terraza del Gante con nosotros ( donde trabaja su madre de camarera ). Estuvimos hasta la noche. LLegamos tarde a casa y tú cenaste lo que nos pusieron. Tengo que ir en busca tuya porque ya te aventuras muchos y sales a la calle corriendo. Mamá y yo nos ponemos nerviosos, te riño, te hablo, me dices que "bueno", pero luego vuelves a lo mismo. Es una inquietud constante. No queremos que te ocurra nada raro. El domingo se levantó lluvioso y apenas pudimos hacer nada. Jugamos en casa. Por la tarde, me fuí de nuevo a Sevilla, a este lugar desde donde te escribo. La tarde estaba nublada, caía agua, como en otoño. Los danzantes se preparaban para recibir a la virgen en la plaza. Todo era festivo: los farolillos, las banderitas, el engalanamiento de balcones, todo. Menos yo. Os dejé a mamá, Victor, Mari y tú, bajo los soportales de La Botica, ese bar de la plaza. Me despedí de tí, abrazándote, recogiéndote con mis brazos y hablandote como si fuera la última vez. Te dije y sentí profundamente que te quería. El coche me esperaba en doble fila. No sé ni como pude irme...
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