SOBRE VILLARALTO. AGOSTO 2007
Villaralto tiene escasos 1200 habitantes, enclavado en el centro de la Comarca de Los Pedroches, que disfruta de una serie de peculiaridades que lo hacen atractivo para el turismo de descanso y de naturaleza.
Es un pueblo pequeño y no muy antiguo, pero tiene un aire entre andaluz y manchego, una fisonomía particular con calles que radian desde los dos centros del pueblo, uno de ellos, la plaza de la Iglesia y el otro la plaza donde se encuentra la casona de Manolito Peñas y que da nombre a la misma. Estos dos centros sociales y económicos están unidos por una calle, la Calle Buensuceso, situada en el centro neurálgico del municipio. La construcción típica es una casa con un pasillo central , en torno al cual se disponen las dependencias a izquierda y derecha, desembocando normalmente en un salón - comedor y cocina. Al final se encuentra el patio o corral, que antiguamente se usaba para criar animales de pico e incluso cerdos y bestias para la tracción del carro o del arado. En Villaralto nos vamos a encontrar con varios rincones que merecen la pena visitar: Junto a la plazuela de la iglesia, que es más bien un ensanche de calle, nos encontramos con el rincon donde se ubica el Museo del Pastor, en una placita coqueta, dispuesta para el ocio, con una fuente a ras del suelo y plantas olorosas, al estilo de los patios cordobeses. Hay varios bancos de metal fundido desde donde podemos contemplar la torre apuntada de la iglesia de San Pedro. Al sonido cantarín del agua, he pasado más de una tarde leyendo. Podemos bajar desde las proximidades, la calle San Pedro y buscar la salida del pueblo en dirección a la Ermita de Santa Rita y desde allí, subir por la carretera de Dos Torres, para llegar a un alto desde donde podemos contemplar una vista panorámica del pueblo desde su lado este. Al atardecer, este recorrido y las sensaciones que se viven, son espectaculares. Domina el granito por doquier, ya que Los Pedroches se asientan sobre un plutón granítico y constituyen el borde meridional de la meseta central, que nada tiene que ver, geológicamente hablando con los suelos del Valle del Guadalquivir, más arcillosos y calizos. Villaralto es pueblo de pastoreo en su antigüedad y dando testimonio de ello nos encontramos con una exquisita carne de cordero. También se cría el cerdo y podemos acercarnos al bar Moreno a tomarnos una ración de lechón, que se nos hace la boca agua. También es conveniente dar cuenta del bacalao rebozado con un color amarillo y una pinta de lo más suculento. En los meses de frío, cuando voy al pueblo, me suelo dejar caer por allí en esas mañanitas otoñales de solecillo amable, para empezar el día con un cafetito y una tostadita acompañados del periódico que llega a diario al local. En Villaralto vamos a encontrar tambien callejuelas y plazuelas, que no plazas amplias, donde el jardín y las plantas tiñen de color la belleza gris de los granitos del suelo de la calle, dinteles y jambas de las casas. Son placitas acogedoras, daros un paseito al anochecer e incluso en las tibias noches y lo comprobaréis. Son lugares para acudir incluso solo a sentir la amabilidad del pueblo, su belleza simple, eterna, pétrea. Y también os recomendaría que entrárais y saliérais del pueblo constantemente, en una rueda mágica que nos ofrece la posibilidad de ser expectadores y actores simultáneamente.
jueves 16 de agosto de 2007
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