NOVIEMBRE. NOVIEMBRE DE 2007
LLegó noviembre. Fuimos juntos a dar un paseo a cualquier rincón. Toda la calle es un patio de recreo para tí. Bajamos hasta Plaza Nueva, en Jarandilla, a ese rincón pequeño, acogedor, silencioso. Los madroños maduros, colorean el follaje verde. Te ofrecí uno mientras tirabas el tiburón de goma a la fuente y luego teníamos que sacarlo mojándonos las manos hasta el brazo. Te ofrecí un madroño y su aspereza me hizo dudar de si te iba a gustar. Pero agradeciste el fruto y me pediste otro y otro. Subido en el banco de piedra recojo madroños para mi niño y la tarde se hace cómplice. Por la noche, en el suelo de la cocina vomitaste todos esos madroños, pues te encontrabas mal y tu estómago se resentía. LLegó noviembre y los chopos amarillean en los bordes de los arroyos, así que en la falda de la montaña y en los linares, se pueden ver motitas de cárdenos tonos que señalan el curso del agua y los humedales. Vamos al puente Parral y mientras leo unos apuntes, te alejas para buscar piedras y luego tirarlas al curso del agua cristalina. Te comes, de vez en cuando, alguna galleta de chocolate. Mamá se fué a Cáceres y pasamos el día y la noche juntos. Fuimos al parque: pisamos las estrelladas hojas muertas de los plátanos, haciendo un ruido crujiente en el suelo. Volabas de nuevo en el columpio y corrías con los niños jugando. Te miro desde un banco de madera. Tu niñez me deslumbra. Eres pequeñito aún pero tu conversación ha mejorado y nos entendemos bien. Luego llegó la siesta. Te echaste a dormir y parecía que no te ibas a levantar nunca, así es que hice un poco de ruido y encendí la luz del dormitorio para que fueras despertándote. Te veo recogido entre las sábanas, como una criaturita blanca e inmóvil. Esa carita, esas piernecitas..... Luego llegó enseguida la noche, fuimos a Losar y a la vuelta, en el cámping, viste el fulgor de la hoguera y las castañas asadas, un amarillo más, viviente , en medio de la noche oscura. Entonces me dijiste: " - ! Mira, papá, cuántas estrellas ! ". Y después: " Hay una estrella muy grande que se llama Venus". Fuimos entonces hacia la carretera del Guijo, al lado de esa primera fuente de la curva, a mirar las estrellas a bocajarro. Te cogí en brazos apoyándome en el coche y mirábamos arriba, todo estrellado, pero te dió un poco de susto y volvimos a casa. Cenamos y dormimos juntos, en la misma habitación, pero tú en la camita de arriba y yo abajo.
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