Luz de luna
Contemplo en mi viaje, una luna redondeada, sobre la línea del horizonte, una luna amarillenta, medio anaranjada, erosionada tan solo por un halo de luz que no le llega. Contemplo esta luna de octubre con emoción y me dirijo a un lugar donde verla y escribirle. He detenido mi coche en un lugar húmedo, cerca del Guadiana, entre las luces de Badajoz y su muralla a lo lejos y este foco radiante de misterio que ahora me deja perplejo, pleno, casi ciego en esta contemplación solitaria.
He bajado del coche. Ahora no oigo nada, tan solo un grillo a lo lejos y un fuerte perfume de estrellas en el cielo. Solo la humedad de los cultivos me enfría, pero no es que quiera volver, sino que he preferido detener esa inercia hacia el después, andar despacio por este presente que es lo que poseo, acariciar esta luna con las manos, con los ojos, sin que los puentes del pensamiento de la acción, me tiendan sus continuas y desgastadas trampas: " cruza, no te quedes ahí ". Pero ahora desoigo esta voz y voy conduciendo despacito por la noche, sintiendo las sombras, viéndolas pasar a ambos lados del alquitrán hecho camino.
Esta luna me sobrecoge es su plenitud e inmensidad, como una gran hoguera y yo, que soy insignificante, acudo a sus lindes terrenales para adorarla, como ser amante de su infinita radiación de vida anunciada en la noche como una fuente de besos cárdenos, dichosos, luminosos, como una esfera de amarilla sabiduría, de quietud, de decirnos a nosotros mismos: " ¡ Quieto, estáte quieto por una vez !. No sigas más tu automático camino , renuncia a esa agitación autómata y ahora siéntate o quédate de pié, pero en el presente, en este nocturno presente cargado de emoción.
Talavera la Real. 26 de octubre de 2010
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