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Lola, mi amiga de Villafranco del Guadiana

En septiembre del año pasado, conocí a Lola. Ella vive sola en una casa grande con patio en Villafranco. Ahora es Junio y he tenido la oportunidad de compartir algunas horas con ella. Yo llego a su casa, presente muy vivo, por las tardes uno o dos días por semana. Voy vestido casi siempre, con ropa de trabajo y ella me recibe abriendo el postigo de la puerta y enseguida se le señala una sonrisa de emoción en su cara. Entro, ella se va al salón para seguir viendo la novela y entonces, me quedo con un ratito para compartir conversación. En su patio tiene toda una selva de plantas de todas clases y en todos los lugares. Al final del todo y aún sin terminar, un jardín al estilo japonés con una fuente en medio. Con ella conviven más de medio docena de perros. Está sola, es viva e independiente, clara, sin pelos en la lengua, activa. Me gusta su forma de ser que compagina con una hospitalidad atenta y desinteresada. Con esta mujer y en su casa me siento bien. Estas tardes de medio verano, disfruto de su compañía. En la mitad del patio acabo de terminar un cercado metálico para luego colocar un arbolito. LLego, tras el café preparo las máquinas. Al rato aparece ella. Me ofrece algo para beber. Me siento realmente bien en este entorno y quiero agradecerle para siempre este rincón, este sentimiento, esta generosidad.  

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