Quise saberte. Tarde de abril
Me gusta saberte más cerquita que el aire, que levemente recorre mi cara mezclado con el sol que todo lo puede. Me gusta saberte entre las pequeñas flores del cantueso y los majuelos, entre las hierbas que nacen para apresurarse tempranamente a la muerte invisible. Me gusta tenerte cerca sobre ese manto verde y entre las cascadas del agua lujosa que desembarca en la estación plena de espuma. Todo ha sido exhuberante esta mañana y me he desnudado enterito para tenerte y recibirte. Me he llenado de sol, como te dije, de ese sol que todo lo puede, para abrasarme con ese perfume de naturaleza y abejas. Sobre las piedras de La Vera, al acecho de los alisos y los fresnos que se arriman a la garganta, te eché de menos. Quise rozarte y hablarte sin tenerte, eso ya lo sabía, pero queriéndote cerquita, deseándote vestida más allá de la lujuria que la tarde invitaba. Quise poder conducirte sobre las piedras entre las aguas bravas, para que cruzáramos el río juntos y sobrevivir a esa incógnita de equilibrio y sentir el agua cerquita y los manantiales de vida rozándonos por debajo como una fiebre de fertilidad. Todo ello he querido esta tarde y en el viaje de vuelta, me paré bajo el puente para sentir tus manos entrelazarse en las mías, sin que yo te dijera nada. Quise que todo fuera fluyendo, como las aguas, como tus labios, como mi boca..
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