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feranza

SÉPTIMO DÍA: 20 DE AGOSTO.

De nuevo, un poco más tarde de lo deseado, he iniciado el camino hacia Cúllar, dirección sur. He renunciado a levantarme temprano pues no había, dentro de la habitación escondida, rayo solar que penetrase para invitarme a madrugar, así es que sobre las diez menos cuarto he abierto los ojos al dia. He bajado a desayunar y con un cubo que me prestaron en la posada y jabón que llevo en mi mochila, he ido a la fuente a lavar ropa sucia que ya se estaba acumulando. Mi muda solo se puede renovar durante varios dias y hay que lavar periódicamente. Después de refregar camisetas, calzoncillos y calcetines, estos últimos colocándomelos a moto guantes y frotando uno contra otro, he ido a tender la colada al patio de la pensión. Mientras se seca todo, he ido al Palacio de Los Segura, rehabilitado, como dije antes, para oficina de turismo, exposiciones y lugar de venta de productos típicos y artesanales. Hay un patio central digno de ver, reformado y donde predomina la madera. Al edicio se puede acceder por varias entradas, cada una de ellas da a una calle, o mejor, una a una calle, la de la posada y la otra a la plaza. Exposición de pinturas de Mª Angeles Ruiz, mujer de treinta y tantos, accitana ( de Guadix), pero afincada en Granada. Mujer sensible, optimista, íntima. Sus cuadros se han vendido bien y está satisfecha. El lugar de la exposición es una sala con cubierta de madera. He pasado un rato con ella, en un patio recoleto, hablando de su trabajo y de la vida, al susurro del sonido del agua de una fuente. Después he ido a ver el museo penetrando por la puerta principal del castillo. Hay tres alturas y escaleras interiores de madera e hierro para subir. En la superior se encuentra una reproducción del trozo de cráneo del hombre de Orce, cuna del hombre europeo, encontrado en el año 1982 en Venta Micenas, carretera de María. El original reposa, al parecer, en una caja fuerte que hay en el Ayuntamiento de esta localidad. Sobrevuela el águila por encima de las colonias que hay de este ave en Sierra María. He vuelto a la pensión para recoger la ropa ya seca y salir a la terrible hora de la una de la tarde, camino de Cúllar. El camino polvoriendo se aleja del pueblo ascendiendo en un principio y luego allanándose en el terrero. He encontrado un palo a modo de señal con una fecha y la leyenda “Ruta de Ibn Al Jatib “ y tomo a la derecha en el sentido que indica la señal. Es un camino solitario recreado, de vez en cuando, por el humilde verdor del almendro. A veces, alguna nube, que se interpone ante el sol, me deja abrir los ojos por completo, dándome un ligero suspiro al caminar. Las nubes se van acumulando y un poco más tarde cayeron algunas gotas que hicieron levantar el polvo y pusieron cavidades grises por los senderos de polvo blanco . Caminando y caminando entre los cortijos abandonados donde solo hay agua almacenada en cubas para el sustento del ganado. He roto la cremallera de la mochila y he tenido que poner un imperdible. He llegado a una zona de invernaderos donde se cultiva el tomate enano, como los del Cortijo del Motor, donde he parado, desviándome por un camino para llegar al porche emparrado y beber agua. Es un agua, no de gran calidad, pero sí al menos, potable. Tambien he lavado algunos tomates que cogí y que guardaba en los bolsillo, para ir comiéndolos poco a poco, a tomate por bocado. He llegado hasta la carretera A-330, después de rebasar un cultivo al aire libre de tomates de pera, más grandote y rojizo, donde tambien he repostado vitaminas nada despreciables y he tomado a la izquierda. Las gotas desaparecieron y el sol se convirtió de nuevo en el rey del cielo. Caminar ahora por la carretera es más duro, pues el firme está asfaltado y pasan coches. Un chico francés que va en moto se ha parado en el arcén y hemos estado un ratito hablando. Me cuenta que va en solitario, para descubrir Granada y Sierra Nevada. Le he indicado algunos sitios sobre el mapa de carreteras que lleva guardado. Detrás lleva una botella de plástico con agua, pero está muy caliente y no se puede beber. Caminando por el arcén he llegado hasta El Margen, un pequeño núcleo de población, donde paré en la venta Los Paraisos para comerme un bocadillo de queso y descansar un rato. Botella de agua y bocadillo por quinientas cincuenta pesetas. Frente a la venta, una extensión de paraisos, que de ahí debe el nombre, inundan con su perfume la primavera de estos lares. Por lo visto, es pasar por la carretera y quedarse embriagado por la fragancia. Al salir de la venta ha comenzado a llover con fuerza, como un chaparrón de verano. Justo en este momento ha parado un coche blanco en el arcen contrario: - ¡ Antonio ! -. Alguien me grita desde su interior. Son las chicas de Galera que pasaron por allí y me reconocieron. Vienen de Cúllar a donde han ido para recoger a una amiga que viene de Madrid. Cuando ha pasado la tormenta nos hemos metido los cuatro en otra venta más adelante para tomar café. De nuevo la casualidad me ha sorprendido. Tras el remojón, gajes del oficio, apetece estar aquí sentado cómodamente y tomarse un cafetito a la sombra de la conversación, ahora más viva. Nos hemos dejado los teléfonos y las direcciones y les dí, como regalo una bolsita de tomates que aún guardaba. La tarde va declinando y tengo que darme prisa para llegar a Cúllar. De todos modos he ido sobrado y voy andando con fuerzas oliendo los campos recién mojados y la paja húmeda ya cosechada. He llegado a Cúllar anocheciendo. Monumentos de interés en esta localidad, situada al lado de la autovía, son la Iglesia de la Anunciación y la Casa de los Duques de Cadmio, tambien la ermita de la Virgen de la Cabeza. El patrón es San Agustín. He parado en la plaza mayor, en el bar Los Faroles, donde tardaron en atenderme y no permanecí mucho rato. Fuí callejeando por la nocturna Cúllar y la siguiente cerveza me la tomé en un bar situado al lado de la travesía. Al lado mía, en la terraza, hay sentada una familia que tiene una niña pequeña que se llama Maila, que es nombre árabe. Desde aquí, se ve iluminada, allá en lo alto, la ermita de la Virgen de la Cabeza, torre de piedra y casa. He cruzado la carretera para tomarme una última copa y comer algo y después, en el banco de un parquecito, cerca del cruce, tendí el saco para pasar una noche más. Es sitio oscuro y aunque pasa gente cerca, pude conciliar el sueño hasta la mañana.

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