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ELEGIA A LA MUERTE DE MI MADRE

Idus de febrero.Salías por la iglesiacubierta en un manto negro.Hombros,como soportes de una vieja casate llavaban al cementerio.Y miraste por últimodesde un agujero de estaño blanco,a la fría claridad del díay al mundo.Sobre el campanariode la iglesia ausente,revoloteo de murciélagos,anunciaban tu muerteRenglones de misalesy pañuelos húmedos,lloraban a travésde tu abanico rojoy tus ojos profundos.Te fuiste convertidaen don, en palabra, en imagen.En un recuerdoque estalla vibrantepor todos los rincones del pueblo.Y saltastedesde los días de sangre y de tosy de manchas de ceniza en tu pulmón,a la fértil nochede tu oración.¡Ay madre,el pueblo entero te lloraba,tú lo sabías!.¡Ay madre,el pueblo entero te clamabacon sus profecías!.Yo dije,como tú me dijistey muy en alto: ¡no lloreis!¡aún no ha muerto!.El pueblo entero se volviósiniestro.¡Ay madre!¿porqué no me enseñastetambien a mí a morir un poco?y me dejasteasí,tan sin saber que hacercuando te veo y no te toco.Viernes 22 de marzo de 1996


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