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Carta a Carlos desde Castril


Este fin de semana he estado contigo. He podido disfrutar de tenerte cerca. Y esto ha sido tan mágico como habitual debiera ser. En tu carrito has llevado tus principales herramientas de juego: una pelota con pinturas y que mamá ha colocado dentro de una red para transportarla mejor y un cuchillo de plástico amarillo y gris que bien serviría para untar mantequilla en el pan. Con esos artilugios hemos salido al parque y allí yo te he dejado libre y tu te has paseado de aquí para allá cogiendo cosas del suelo. Te encantan las piedras: primero las coges, luego las lanzas a otro sitio y esto te divierte. También, impulsando el balón, no con el pie que parece lo más cómodo, sino agachándote y dándole con la mano. El caso es que tienes que hacer un gran esfuerzo, pero se ve que como ves a la pelota correr más, pues que te compensa. Te he pedido tu manita: "¡ Carlos, dame la mano! o ¡ Carlos, dále la mano a papá!. Al principio, obedeces, pero cuando puedes, sacas tu pequeñita mano de la caverna de la mía y echas a correr. Yo se que eres ya muy independiente y que no te gusta verte atado, pero, créeme, yo lo hice por tenerte más cerca, como si usando ese posesivo: mío, tuyo, fuera a servirme para algo. Pero, en fin. Luego, te he subido al columpio e impulsado con mi mano. Es una delicia verte volar por el aire a cada impulso. ¡ Una cosilla tan pequeña y tan libre como un pájaro!. Yo he disfrutado así, en el Parque La Aliseda y este momento juntos, lo he vivido con calma y con felicidad, aún sab iendo que pronto se terminaría. También te he subido en otro juego que consiste en suspenderse y luego bajar. Te he colocado en un extremo del brazo de este juego y con mi mano, he impulsado el otro extremo para que te elevaras. Cuando lo hago con un impulso enérgico, esto te produce risa. Y a mí, también.

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