Tres añitos ya. Un número 3 en cera roja, reinaba en el centro de una tarta de limón. Nos hemos reunido amiguitos y sus familias, el sábado por la tarde y en una sala del hogar del pensionista, para celebrarlo. Compramos dos tartas, una de frutas que comimos el domingo y otra grande de limón que ponía " Felicidades Carlos". Cumples tres añitos entre juegos, llanto de nervios, niños jugando, bicicletas con ruedecitas por todos lados y colores, muchos colores. Cumples tres años en compañia de mamá, papá que te infló unos cuantos de globos, amiguitos y gentes conocidas. De Sevilla te traje una "nave espacial" de color rojo, con muñequitos. Mamá, una bici con ruedecitas detrás para no caer, pero que tiene problemas de estabilidad. Fuimos a celebrarlo y al final, hubo piñata, golosinas que se caen al suelo y niños luchando por coger alguna. Te conformaste, sin embargo, con un lápiz sin punta de color rosa y con ese trofeo, te apartaste del barullo. Soplaste entre llantos, la vela con el tres, tras el feliz cumpleaños de los asistentes y la apagaste en varias ocasiones con ese soplo de aire acompañado de saliba. Ibas y venías con la bici de Francisco y con Francisco con la tuya y nos llegó la noche allí. El ocaso de octubre fué delicioso y el regalo que te traje tuvo su éxito entre los niños, como una casita de muñecas. Tres años como tres soles: en el terreno coloqué el tercer arbolito. Esta vez un laurel que compré en un vivero de Sevilla. Un laurel como un laureado niño que juega, fluye, corre y vuela, como una cometa. Fuimos el domingo a la garganta de nuevo y de nuevo al lanzamiento de piedras sobre el agua. Tres añitos, tres, para mi niño triangular: mamá, papá y en medio ese vendaval de vida. Felicidades, amor, felicidades y gracias una vez más por darme esa piñata de felicidad, esas golosinas de emoción.
martes 9 de octubre de 2007
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