ENERO 2008
Viajé el viernes 18 de enero a Jarandilla, con el dolor y la imagen del niño muerto en las manos de Juanjo. Mamá me llamó para decirme que estábais en un cumpleaños, el de Manuel, cerca de la carretera de Losar. Allí estabas y viniste corriendo cuando bajé del coche. La celebración tuvo lugar en un garaje bajo una vivienda y enfrente, en el descampado, los niños jugaban. Luego vino la tarta. La expectación fué mayúscula cuando encendieron las cuatro velitas de sus cuatro años. Entonces gritabas y llorabas porque querías apagarlas tú y hubo que volver a encenderlas y todos nos reíamos. Fuera, jugabas con un patinete y empujaban el caballito con ruedas donde iba montada Marina. Te traje un forro polar azul que compré en Sevilla, en Decathlon y que te sienta divino. El sábado estuvimos un poquito en la finca, donde coloqué dos o tres acebuches. Pero ese sitio no te gusta porque te aburres y lo comprendo. Hace un buen día de sol, aunque con el frío de enero. Pero el domingo, ni siquiera frío, fuimos a dar un paseo al parque y montar en los columpios casi solitarios. Al bajar, paramos en la plaza mayor con Victor y Mari y luego llegó mamá y estuvimos con la cerveza, las raciones y tu bola de plástico con sorpresa de la máquina. Esta vez, un reloj grande y llamativo de agua. He jugado contigo y saboreado tu cercanía. Jugamos en el sofá hasta hacernos daño. Haces de cocodrilo y te arrastras por el suelo como si lo fueras. Te veo a mi lado, boca arriba en la cama, echando la siesta. Quiero llenarme de tí, emborracharme de tí, antes de salir de viaje, de nuevo de regreso.
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