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feranza

En Robledillo de la Vera. Florecen las mimosas.

El viernes te vi jugar al fútbol en la pista polideportiva cubierta de Jarandilla. El partido comenzaba a las seis de la tarde y duraba media hora  repartida en dos mitades de quince minutos.  Fueron dos encuentros, el primero contra un equipo de Talayuela, de niños algo mayores y el segundo con chicos de Jarandilla. Ibas vestido con equipación roja como la de la selección española.  Te animábamos desde la grada. Hacía mucho frío y llevabas leotardos debajo. Cuando te llegaba la pelota le dabas una patada, pero no luchabas por ella y eso me gustó.  Te veo correr dando saltitos despreocupadamente por toda la pista. En el segundo partido metiste un gol al principio y eso te alegró. Creo que te gusta más la participación que la competición.

El sábado fuimos a la finca a quemar. Eso nos gusta mucho, verdad?. Así que cogimos cartones y dimos fuego a los rastrojos y quemamos dejando cenizas en el suelo encharcado aún por la lluvia. Hace un buen día y hemos disfrutado de estos momentos. Mientras me paro a hablar con el vecino, con Mateo, que se encuentra con el tractor pasando los discos al terreno, te entretienes con la tierra haciendo un surco y llenándote de vida en tu juego solitario y eterno. Te miro mientras hablo con él, para vigilarte un poquito, pero sé que en este lugar estás seguro.  Más abajo del terreno, hay un prado con rastrojos y hierba seca, que también hemos quemado en parte. Al lado, corre el arroyo incluso haciendo un rumor en una pequeña cascada. Me pides el mechero o bien me registras el bolsillo para encontrarlo y luego, con tus manitas, lo enciendes para quemar.  Te lavo los mocos en el agua de la regadera. Te digo, ¡ sopla fuerte! Y entonces, te lavo , escurriéndote la nariz con el agua y nos reímos, nos reímos de veras, con ganas y con inocencia de vernos en esa situación.  En el camino, al lado, un borrico con una cuerda larga, come y reposa en un pradito. Hemos parado el coche y te acercas tímidamente al animal con quicos en la mano para darle de comer, pero cuando te aproximas, te da miedo y te retiras, cayéndose los quicos al suelo. El animal acude de nuevo en busca de comida y le hemos partido unas almendras para darle algo. Almendras y caramelos , que come, haciendo ruido con la boca.  

Me alegra ver la mimosa del terreno florecida en amarillo  y la que coloqué en la garganta, junto a la zona de baño, en igual trance. Me alegra su color que destaca frente al pálido aún del robledal.

Hemos ido a Losar, a jugar en el parque, en los juegos infantiles. Te lanzo en el columpio y el suelo está blandito, así es que podemos tirarnos a él, jugar a perseguirnos o a esconder y luego, acabar en el suelo, dándonos un revolcón. Hace un solecillo espléndido y se está muy bien en la calle. Hemos ido a comer al restaurante El Vadillo, en la plaza del Ayuntamiento. Menú a 10 euros: Migas y secreto ibérico con patatas, que comimos entre los dos , bueno, pero no al cincuenta por ciento cada uno, sino más bien, yo un 70 y tú un 30 por ciento. Luego te pediste helado de vainilla en una copa metálica y fuimos a casa a echar la siesta. Te acomodo como puedo dentro del saco de dormir, con almohada y en el sofá, así que en esta posición puedes ver en la tele los dibujitos.

Como por la mañana pasamos por Robledillo y viste el cementerio en la entrada, me sugeriste que te llevara allí, así es que dejamos el coche en el pueblo y subimos caminando por los depósitos de agua, por un camino al principio y luego entre los matorrales, con Chicho perdido oliendo y nosotros quitándonos los ramajes de encima. En medio de todo esto, te has subido por una pared de piedra y en sentido que estabas feliz conmigo. Me has dicho : ¡ Papá, estoy muy bien contigo!. Y entonces, te he cogido y te he mirado con igual ternura que tú, para demostrarte que yo también me siento muy feliz a tu lado. Te he grabado en video, leyendo las inscripciones poco a poco, despacito pero sin casi equivocarte. Mientras juegas con lo que te encuentras y Chicho persigue olores, me entretengo hablando con un señor que se llama Alejandro y que vivió muchos años en Francia. Su primera mujer está enterrada allí y hablamos sobre cosas de la vida, sobre los compromisos. Salimos del cementerio y caminamos de vuelta a Robledillo, por un camino donde hemos echado una carrera hasta el pueblo. Te caes varias veces y te cojo del brazo para levantarte. Estás cansado y me dices: ¡ Papá, cógeme!. Te cojo, por un momento, como cuando eras un bebé, a lo largo de mis brazos y tú te sientes un bebé y yo me siento .... bueno, me siento muy bien.

Hemos llegado al cementerio y te entretienes en leer las lápidas, con sus inscripciones y en cambiar las flores de plástico de lugar y colocarlas pegadas a la pared como un jardín improvisado.

Por la tarde fuimos al Gante, donde juegas con Quique y los niños.

El domingo hemos vuelto a la finca para ver lo que quemamos ayer. De paso, hemos plantado un par de arbolitos que cogimos en una finca cercana: un roble y una mimbrera, que sostuviste con tus manitas mientras le echaba tierra. Hemos ido al Gante de nuevo y de allí a la finca de Lucas , donde hemos comido.

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