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HUESCA AÑO 2000. CAMINANDO POR AYERBE Y LOS MALLOS DE RIGLOS


PRIMER DÍA : 10 DE JULIO.


Huesca ciudad. Ermita de San Jorge, nocturna e iluminada. Es el recuerdo de la noche pasada, con aquella chica de veinticuatro años que conocí en el tren y que esta mañana, como tantas otras se pone su uniforme mimetizado para ir al cuartel. Es de León, se llama Asu y en la camisola de faena pone Martínez en letras negras. Los fines de semana que no tiene servicio se va para su tierre y se hace un montón de kilómetros. Al cerrar la puerta del vagón de golpe, le pilló la mano y aunque pudo soltarse, se le calló el reloj al andén y por eso nos conocimos. Fuimos todo el viaje desde Zaragoza charlando y cuando llegamos a Huesca, gran desconocida para mí, nos tomamos una cerveza en un pub y me ofreció una habitación llena de trastes para dormir. Yo acepté de buen agrado, pues de otro modo hubiera tenido que ir preguntando por pensiones.Hace calor en Huesca pero en las afueras de la ciudad huele a frescor, un frescor lleno de paz. Mañanita del día diez, fresca y algo bulliciosa ya. Al principio, toda la ciudad dormía. Me metí en un bar para escribir un poco y tomar café. He subido hasta la parte alta de la ciudad y entrado en la oficina de turismo, donde me dieron algunos folletos y mapas de la zona. No tengo claro lo que voy a hacer y lo mejor en estos casos es andar un poco a la deriva para ver que depara el azar. Así es que cumplidamente, he salido por la carretera de Pamplona caminando, estrenando verano, hacia un pequeño pueblo que se llama Chimillas, donde compré pan y un croisant calentito que sienta fenomenal y que fuí comiendo sobre la marcha. Benastás y Lierta. He parado en Lierta, ya un poco cansado. Este poblado tiene menos de treinta habitantes y solo tiene un teléfono público, una fuente, un letrero a la entrada con mapa y huertas familiares. La guerra mermó la población hasta quedarse medio desierto. Una mujer apedrea un perro acusado de tener la sarna. El fuego cruzado de riscos pasa delante de la iglesia que está cerrada. He parado un buen rato a hablar con un matrimonio mayor y se han reído con lo que les contaba,tambien he disfrutado contándolo, para qué nos vamos a engañar. El hombre tiene una ramita verde en la oreja derecha. Ha empezado a llover ligeramente y unos instaladores de iluminación me llevaron a Bolea en una furgoneta blanca cargada de materiales de trabajo. Solo cuando he bajado ha dejado de llover. He hecho varias fotos. Huele a mojado, me gusta. Iglesia de Santo Tomás y fuente con caños. La tarde hace un paisaje romántico, con la lluvia de pincel. Bar Rufino, tambien turismo rural. Habitaciones con baño. Un vino tinto, para alegrar, pata de cangrejo y pimiento relleno. De todo, unidad, no quiero abusar. Comarca de la Sotonera. Depués, Ayerbe, colegiata de Santa María la Mayor. Sobre, Bolea, Lierta y Arascués. Sierra de Gratal y Sierra Caballera. En Lierta, una mujer apedrea a un gato con sarna para que se aleje. Si le llega a dar, lo descalabra. En Banastás, un viejo amenaza con un golpe de callao a un perro que no deja de ladrar. Comarca de la Sotonera. No pude entrar en la colegiata, con mucha historia, por cierto, pues es lunes y está cerrada. El tipo que custodia las llaves fue inflexible y se molestó incluso. Siestecilla junto a los antiguos muros y viaje hasta Aniés por un sendera balizado con la anotación GR-1, en franjas horizontales rojas y blancas. Se camina bien entre almendrales. He llegado hasta Aniés. Un hombre que anteayer cumplió 85 años: Antonio, me muestra la iglesia de San Esteban, con su hermosa torre de ladrillo. Incrustada en la roca, aparece Nuestra Señora de la Peña, ermita de las altitudes. La iglesia tiene lo que debe de tener, ni más ni menos y la visita ha durado poco. Hemos hablado de la guerra civil. Hace un viento horrible que vuela gorras y recuerdos. Las pupilas empañadas del viejo, aseguran que nunca volveremos a vernos. Le he puesto la mano sobre su hombro, con una sonrisa casi forzada, rebelde para no ahogarme y le he dejado cuarenta duros que seguro que dará a los nietos. Una hija de este hombre vive en Bolea, panadera de oficio y a la que conocí antes por casualidad. Un hijo, camionero, el otro, se mató en un coche. Tiene otra hija más que está separada con dos hijos. Cuando empecé de nuevo el camino para Loarre, se me voló la gorra y la cogí al vuelo. Antonio se dio en ese momento la vuelta y nos dijimos algo con gestos y palabras entrecortadas, airosas. Fue lo último que le dije. Quizá, lo más seguro, hasta siempre, hasta nunca. Voy marcando mis pasos hasta Loarre por un camino pedregoso y con algo de lluvia. Me he despistado y un tractorcillo pequeño me ha metido en la verea, subido a su remolque. El pueblo aparece abajo, con su torre imponente y el castillo románico. Según dicen, el mejor conservado de España y Europa. Queda para mañana. Hoy me quedo en Loarre y finalizo jornada. Me he refrescado en la plaza, en una fuente no clorada. He ido a llamar por teléfono a una centralita. Hace frío y viento. He ido, por dejar pasar el tiempo, a dar una vuelta por el pueblo. Calles desiertas y algunas casas con dinteles blasonados, aseguran un pasado esplendoroso, pero que ahora se han convertido en viviendas semiderruidas, agonizantes. El castillo es del siglo XI, medieval. A él conduce un camino señalado. Terrenos de cereal, almendros robustos. Pasan lentas las horas en Loarre. Se escribe bien en el bar Pola, bajo una luz halógena en el mostrador. Seguramente iré a dormir bajo la techumbre de uralita del lavadero público, al lado de un área de recreo, con abundante agua del río Astón. Hay en Loarre varios alojamientos. Uno de ellos, el de la plaza, es un hotel de tres estrellas, lujoso edificio antiguo ayuntamiento de estilo renacentista y el otro es un alojamiento rural, casa Tolta, donde he curioseado. Al subir las escaleras y ver el orden y buen gusto de las habitaciones con cuarto de baño incluído y estilo provenzal envejecido en muebles, todo nuevo, desayuno incluido, habitación doble tres mil quinientas e individual dos mil, he sufrido una tentación que se me ha ido borrando poco a poco con el paseo por las calles y pensando en otra cosa. Comarca de los Mallos. El gentilicio de Loarre es calagurritanos o lobarreños. He ido poco a poco hacia la oscuridad de lavadero para dormir.



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