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feranza

OCTUBRE. OCTUBRE 2007

  Fin de semana del Pilar. Hemos ido a Villaralto. Cada uno por su lado, tú con mamá y yo desde Sevilla. Has aparecido por la noche, en tu sillita, al lado de Chicho en el asiento de atrás y todos esperándote al llegar. Remueves el ambiente de la casa, centro de atención de las miradas y gestos de todos. El viernes hemos ido a dar un paseo por mi lugar de los recuerdos, esas afueras del pueblo que me vienen a la memoria sin querer, impregnadas por recuerdos por todos lados, como el musgo impregna a la piedra y a veces se adhiere a ella sin soltarse nunca. He caminado contigo y con tu pequeña bici azul de ruedecitas. Por la carretera de La Lancha, recién asfaltada, hemos caminado un poquito, cansándote de pedalear y a ratos subido en tu bici. Hemos ido a los caminos de las huertas, de los corrales, de las paredes de piedra y ladrillo medio caídas, de las cunetas polvorientas y secas. Con mi niño por Villaralto y luego ese ritual de comprar golosinas en el quiosco como hiciera yo mismo, hace más de treinta años y casi en el mismo lugar y con la misma vendedora, Mari Carmen, que parece que no pasó el tiempo por ella. Te acercas al mostrador como puedes y dejas treinta céntimos en monedas de diez sobre la madera. Con esto hemos comprado gusanitos y una fresa que te metiste enseguida en la boca. El sabado se fué mamá bien temprano a Ciudad Real para una boda de una amiga suya y yo bajé desde la cama de arriba para quedarme contigo a dormir, travesado como te pones. Hemos ido a Pozoblanco, a comprarte ropita. En la tienda, asustabas a una niña haciéndole el tigre con la boca abierta y sonidos guturales. No te estás quieto ni ún momento. Arriba del paseo , una locomotora antigua de exposición, llamó tu atención desde el principio. Juegas con una pequeña excavadora sobre la tierra en la maceta del olivo, junto al bar El Paisa. Has removido la tierra como en una gran obra. Fuimos a casa de la tía Fabiana y en el corral, lo primero que te llamó la atención fueron unas viejas tijeras oxidadas. Levantabas en suelo junto al desagüe, buscando piedras con las que poder lanzar. La tia Fabiana y la tia Sacramento te compraron una ropita. Allí mismo, en el patio, te desnudamos para probártela. Te aprieto ese culito pequeño con esos calzoncillos de dibujitos. Como un conejillo, como un conejillo, digo a mi niño. Como un gorrioncillo. Luego, en la casa de campo de la tia Sacramento has visto muchas cosas: Los cerditos en su zahurda y dentro de un corralito junto a la encina centenaria, los gallos que se apresuran a subir a las ramas huyendo de Chicho y su persecución, al fondo, igualmente huídas, las ovejas que miran todas hacia nosotros. Has visto también la piscina tapada con una lona y con algo de agua sobre ella. Coges piedras y te afanas en tirarlas sobre esta superficie. Piedras, piedras y campo , juegos y juguetes, arena, piedras, campo, niño de campo y agua. Octubre ha llegado, con sol y tardecillas aún calurosas, aún casi veraniegas. El domingo, al irte, amarrado en tu sillita, me coges la cara con tus dos manitas y dices: "que lo pases bien en Sevilla, papi". Entonces me quedo pegado casi al cristal de la ventana y desde fuera, para verte bien y marcar un beso al aire . Te veo alejarte con mamá, con pena. Ha llegado octubre de tus tres añitos, de tus correrías, de tus juguetes y tus juegos. 

 lunes 15 de octubre de 2007

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