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feranza

Ese rincón de Gévora entre puentes

LLevo ya casi dos meses acudiendo allí casi a diario. He escogido este lugar por una corazonada, casi una corazonada. Allí encuentro agua, el río Gévora pasa lentamente hacia Badajoz. Allí encuentro un lugar donde llega la gente a comer, a beber, a hablar junto a la barra de una cantina. Allí , paralelos, dos puentes: un viaducto de hierro, con remaches, al estilo de los puentes de primeros del siglo XX o finales del XIX, pintado de azul, un azul envejecido y arriba, los coches, peatones y alguna bicicleta, pasan por la tarde. Delante, un cartel : Río Gévora, un cartel de hierro y una carretera antigua por donde antes , pasaban los coches que iban a Cáceres. Al otro lado, paralelo como digo, el sufrido Puente de Cantillana, construido por Gaspar Méndez entre 1531 y 1535. Un puente de piedra, largo, abovedado, con numerosos arcos bajo los cuales, el río se hace bello, esbelto. En el centro del puente, producto del descuido y abandono, un boquete y debajo de él, han crecido árboles de ribera apoyándose en los restos de la construcción para sobrevivir a las aguas.

Hoy he visto la luna casi, casi llena, y su reflejo en el cristal del ocaso. He subido hasta donde el agujero me permite, cámara en mano. Detrás, entre los dos puentes, puedo ver el resultado de mi trabajo de casi dos meses.

No es necesario comprar nada para tenerlo. Pongo mi amor e intención en este lugar y digo " para distraerme " y no necesito papeles para hacerlo mío. No puedo comerciar con este terreno, este pedacito de tierra que no puede verse desde demasiado arriba, pero yo lo veo con una inmensidad infinita. Porque es aquí donde derramo cada tarde gotitas de sudor que me recorren todo el cuerpo y es aquí donde planto las pequeñas plantitas que antes sembré en cautividad.

En estas tardes de primeros de marzo, cuando el invierno sin invierno casi se va de las manos y tan solo nos quiere dejar noches aún frías y las madrugadas, acudo a mi lugar sagrado y poco a poco voy dejando espacio entre los zarzales y la maleza seca. Hay de todo, de todo como una maraña: árboles secos, ramas rotas, arbolitos que no llegan a adultos porque no ven la luz....

Sigo en mi labor, una labor sin prisa, una labor que sigue los dictados de la voluntad, con sus caprichos, con sus intenciones y deseos, también con sus momentos perezosos y otros más frenéticos, pero sigo con ella. Esto me hace feliz, me concentra, también me une a la tierra, que como todo lo bello y verdadero, busca quien la quiera y no entiende de prisas.

Badajoz, desde el río de Gévora, 7 de marzo de 2012

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