Blogia
feranza

Alegoría del otoño

Noviembre está en la Vera, como si residiera ahí, en los colores, en la lluvia, en los olores. También y como no, en los sabores de la fruta.

LLego el viernes a recogerte en casa, después de que Esther terminara algunas faenas que tenía empezadas. Ya has almorzado y ves la televisión. Te veo sentado enfrente del aparato en una imagen cotidiana que tengo retenida en mi memoria.

Vamos en bici al frontón y en el parque La Aliseda, hay una verdadera alfombra selvática de ramas de catalpa y arces, con una  mezcla de colores amarillos  y verdes, que dan ganas de respirar, de respirar profundamente para atrapar los olores a vegetación mullida por la lluvia, al mismo tiempo que nuestro cerebro se anestesia por la captación de esta maravilla policromática que brilla en los ojos.

Dan ganas de dejarse ir así y saco mi cámara para fotografiarlo todo: esta escena que se irá, repetida año tras año, forma parte de un ciclo que relaciono con tu vida y con estos años a tu lado.

En el marco de Jarandilla, observo las estaciones como vienen y se van y todo, como una corriente de agua, como una fuente que no para de verter su líquido saciador, concurre dentro de mí como una cotidianidad buscada, esperada impacientemente.

Ahora, noviembre está en la calle y en las casas frías con chimenea, también está en los olores de esa lecha que comienza a arder.

Siento este otoño con toda su fortaleza, como una desmesura de acontecimientos que concurren al mismo tiempo y nos vamos buscando los huertos, los manzanos y los caquis que comienzan a madurar.

Es tal el colorido, la nitidez, la humedad, las calles alimentadas por tu presencia, que bato esta composición y obtengo una vez más, para felicidad interna, esta emoción indescriptible. Esta emoción del otoño fértil, de la paz que al caminar siento, me arropa, me cobija, hospitalaria.

La luna se posa en un cielo azul frio, con su mitad creciente, como una D casi conseguida.

Y ahora, hijo mío, estás tú. Nada de esto estaría en mi vida sin tí. Ahora, estás tú y te veo montar en bici con soltura y agilidad, pero a veces, te caes y sin rechistar, te levantas.

Te veo aventurarte a lugares donde ya no alcanzo. De pronto, te pierdo la pista cuando persigues a otros niños o jugáis a rodar con la bici por las aceras, hasta el final de la avenidad. Confío en tí dentro de este margen , pero, créeme, se me ponen los pelos de punta y se me enciende el farolillo de la inquietud, cuando no te veo, cuando te grito y no contestas.

Debe ser natural, pero lo vivo así

Por la noche nos encontramos a Luca, Manuela y sus padres en La Palmera. Así que estuviste en la calle con los niños, con bici aparcada y mientras, me tomé algo con ellos.

Por la noche, estuvimos los tres: Luca , tú y yo, durmiendo en la misma habitación, en la tuya. Los dos en la cama de arriba y yo, debajo. Mamá está en Toledo.

El sábado, estuvimos en casa hasta que marchamos a la finca, los tres, mechero en mano, quemando pasto. Así, bueno, hasta que os aburrísteis y fuísteis a cavar agujeros a los terrenos de tabaco. Luego estuvimos llenando bolsas con manzanas y tomates. También abrimos una sandía que Luca no quiso probar. Nos reimos los dos dando bocados como salvajes al fruto rojo y líquido.

Luego, de vuelta a la finca de Luca, nos encontramos con sus padres y fuimos a comer a Losar, a un restaurante de la calle principal. Luego estuvimos en la casa de Luca, pero enseguida quisiste volver a casa, la noche encima y tú gritando: quiero ir con mamá, quiero ir con mamá !. Esto me ha irritado un poco y he dado voces y gritado. Bueno, la noche ha terminado un poco triste , tú en casa y yo en Losar.

El domingo llovió y estuvimos en casa, hiciste los deberes: había que dibujar en una cuadrícula las diferentes comidas del día. Terminaste pronto, no te ilusiona demasiado la tarea. Mamá te grita y te reconduce, pero quieres terminar y lo haces refunfuñando.

El domingo , como siempre, te dí un beso de despedida, esta vez, al lado del parador, cuando estabas dando un paseo con mamá, Victor y Mari. Y como siempre, me dijiste: ¿Donde vas , papá?

A Badajoz, hijo, a Badajoz.

No te olvides que te quiero, que te voy a querer siempre, que eres lo único que estoy seguro que voy a querer siempre.

Talavera la Real, 16 de noviembre de 2010

0 comentarios