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feranza

SEGUNDO DÍA:16 DE AGOSTO DE 2001

Me he desvelado varias veces, de nuevo, por la incomodidad aún inusual de la dureza de la cama y tambien por el ruido de los altavoces. Nada más acostarme, subieron al cielo los últimos fuegos artificiales y después, la gente se apoderó del micrófono y aún a altas horas de la madrugada, se oían las voces multiplicándose los decibelios. He visto un cielo cuajado de estrellas y como hacía fresco tuve que arroparme con el saco, poniendo la mochila por almohada.Sobre las siete y media, he levantado la cabeza, montado y recogido todo y bajado a la fuente a lavarme la cara y las manos, para luego desayunar en el bar Aurora, un café con dulce y zumo. Aún quedan algunos trasnochadores borrachos en la plaza, alimentados con jugo de cubata y que al pasar me han llamado la atención con descaro : “ - el de la gorra, el de la gorra - “. No he mirado ni echado cuentas y al alejarme, se han callado. En el bar se van sirviendo cortados y carajillos y se oye, alternativamente, el ruido de la máquina de café, con la presión que dá temperatura.
He salido del bar y comenzado a caminaer a las ocho de la mañana, pasando frente a la gasolinera y por carretera todo el trayecto. Al principio el firme es bueno y el arcén permite caminar con cierta seguridad. Plantaciones de almendros repartes paisaje con hierbajos y arbustos adaptados a la sequedad como el esparto. De vez en cuando, algún pinar, y en el puente sobre el río Vélez, eucaliptales sobre el cauce seco del río fantasma. Se echa de menos el agua. En esta parte occidental y sur de Murcia y oriental de Andalucía, apenas llueve y aunque hay días que amenazan agua, al final nada.Pasada La Parroquia, ha aparecido una de las pocas mezquitas sobre la cual no se construyó una iglesia. Ocupa un montículo junto al río Luchena, en un paraje salpicado de altos y olorosos eucaliptos. Para Ana Pujante, directora de las excavaciones, debió formar parte de una alquería; se ha documentado el perímetro, uno de los arcos de la entrada, el minrab, el espacio destinado a las mujeres –al fondo de la mezquita– y el minarete.
La ubicación también es de un gran valor estratégico y paisajístico, por la cercanía del embalse de Puentes, magnífico espacio natural para el ocio y la acampada, cubierto de pinos y tarays.
El calor, a pesar de que aún son las primeras horas del día, se va haciendo insoportable y el viajero se resiente. He ido, mientras caminaba, aligerando el sufrimiento y la sed, con el pensamiento, con la mente en constante búsqueda de ideas, de sensaciones placenteras, rebuscando en el cajón del recuerdo para desempolvar emociones pasadas, antiguas situaciones vividas que ahora revivo para mi provecho. Es el esfuerzo constante, el pulso constante a este infierno mezcla de sol agobiante, mezcla de sequedad que se pega a los labios, como estas moscas pegajosas, como esta piel curtida, sufriendo los envites de los rayos solares.
Me aferro, como un salvavidas, a los recuerdos, a los pensamientos, tambien a los proyectos e ilusiones, al tiempo con Beti, que ahora me llega en forma de mensaje a mi móvil, de un mensaje cargado de amor, de poesía, que he releído hasta digerirlo y absorverlo. Carretera y más carretera. De cuando en cuando, asoma a mi izquierda, una pista quebrada sobre el cauce seco, una pista que se ha aprovechado para camino, cuando ya no hay río. Y así, entre pensamientos y desgastado por el sol, dolorido por la calzada, maltratado por el sudor, he llegado al cruce, que dista nueve kilómetros de La Parroquia y que a la derecha, a doce kilómetros más, llegamos a Lorca y a la izquierda, al embalse de Puentes. Son las diez de la mañana. Frente a mí, una cortijada con arboleda. He recorrido un trozo de camino con gravilla y la señora me dio agua y me indicó algo que fué determinante : siguiendo el cauce del río Guadalentín,que tambien se llama Sangonera, un poco más abajo, se llega al pueblo de Lorca, sin la amenaza de la carretera, amenaza añadida al sol, que cae a pedazos como losas. He bajado por un camino hasta la rambla y he tomado a la derecha, precisamente por otro que se ha definido dentro de ella y por el que circulan ya vehiculos rodados. Aquí se camina más cómodo, con menos miedo y no hay que prestar tanto cuidado, pero la escasa altitud y la hondonada provocada por el cauce, acentúan el calor, suben la temperatura y el viajero se siente sufrir.
Es a partir de aquí, cuando las cosas cambian de aspecto y de sentido y ese trozo de tierra que hasta ahora es aliado en la conquista de los lugares, se convierte de pronto en desafío, y la profía se intensifica. El hombre frente al mundo en un combate cara a cara. Alterno esta reflexión con la monotonía de los cañaverales, con esa planta arbustiva que se llama taray, con la presencia desértica del esparto. Sobre esta última planta es interesante lo escrito por Plinio el Viejo en su Historia Natural ( XIX, 7, 26-27, 8, 28-30 ) : “ El esparto es hierba espontánea y que no puede sembrarse; propiamente es un junco de terreno seco. De esparto son las camas de los campesinos, de esparto las lumbres y las antorchas. De esparto los zapatos y los vestidos de los pastores “. Las hojas del esparto son dura, rígidas y con forma de junco que se enrollan por falta de humedad, además se utiliza su fibra para hacer papel. El taray atarfe o tamarisco ( Tamarix gallica ), omnipresente en todo el cauce, resiste bien la salinidad y se desarrolla en suelos silíceos, sueltos y húmedos. Su madera es apreciada para leña, fija dunas y sujetan márgenes en grandes ríos y aterrazamientos de torrentes y ramblas.
El cauce y con él el camino, serpentea entre el terreno y mantiene el nivel. Alguna charquita a punto de perderse, cuajada de insectos y la tierra rojiza, resquebrajada. El viajero va por dentro consumiéndose poco a poco y consumiendo el agua que lleva en la cantimplora. El viajero tiene que hacer esfuerzos históricos para no perder su integridad y la dignidad de que asume riesgos y es consciente de los contratiempos. He comenzado a divisar, a lo lejos, el perfil de la fortaleza que se eleva sobre Lorca. La carretera transcurre a mi derecha, como tambien lo hace, la estéril Sierra de la Torrecilla y la Peña Rubia. Frente a la cortijada de Los Cautivos, que alberga, ocho o diez casitas junto a la carretera y a mi izquierda en el sentido de la marcha, he subido una pequeña pendiente para acceder a unas casas a distinto nivel. He dejado la mochila bajo un somrajo de lona verde y suido hasta la última casa, donde, bajo el porche, una familia se concentra en la labor de pelado y envasado de tomate en botes de cristal para su conservación por el método del vació a través del baño maria. He llegado exhausto, buscando refresco, quizá también, aliento. Bajo un grifo me he lavado cara y brazos y empapado la gorra. Hay un montón de rojos tomates pelados y otros tantos que esperan igual suerte. Como hoy el día ha sido poco generoso en alimentos, he pedido varios tomates, que comí con voracidad, disfrutando del salto de su jugo y de su sabor salado. Son tomates que llevan en su interior un mundo de placeres. Para el camino, me echaron seis o siente en una bolsa. Una chica me acercó una toalla para secarme. Es una chica que apareció de pronto del interior de la casa, manchada de rojo, como recién salida de una carnicería. El viajero no se entretiene más y baja hasta donde estaba la mochila, que tuvieron que retirar para que pudiera pasar un coche.
La parada me ha venido bien, pero hay que seguir caminando. Según me dijeron, me quedan unos ocho kilómetros para llegar a Lorca. Nuevamente vuelvo a la lucha por la rambla. Más adelante hay trajín de camiones por las pistas y movimiento de tierras. Al pasar, me llenan de polvo y se me secan los labios. Son camiones enormes, con el remolque lleno de tierra y que van dejando una polvareda espantosa en este terreno de tierra tan volátil, tan suelta.Tras Los Cautivos, más cerca de Lorca, destaca la cortijada de Los Consejeros, por la que tampoco pasé, pues hay que desviarse y mi intención ahora es no malgastar las escasas fuerzas y continuar de la forma más precisa, más directa para avanzar terreno. Al final, voy apreciando el ir y venir de vehículos sobre la autovía que une Andalucía con Murcia. Ahora la rambla se ensancha y allana. Se puede apreciar a la derecha, el corte en vertical del Cejo de los Enamorados a 764 mts sobre el nivel del mar. Hay una pala excavadora que va quitando tierra y arrojándola al borde, junto a los bancales que a veces y a duras penas, subsisten a los márgenes. He pasado bajo los inmensos pilares de hormigón y las vigas grisáceas que sostiene la carretera, una para cada sentido y he podido ver los primeros edificios de Lorca. Lorca, la milenaria Eliocrora, ciudad del sol, o de los cien escudos. La rambla llega hasta confundirse con la carretera y el cauce sigue atravesando la ciudad.Lorca en ciudad por la que pasa una de las rutas turísticas de al - Andalus, la ruta de Münzer, de Murcia a Granada. Jerónimo Münzer fué médico austríaco que viajó por España entre 1494 y 1495 y que escribió un relato de viaje por esta ruta después de la conquista castellana. El protagonismo del agua en esta ruta se plasma en sus huertas y frutales: “Oh, que bellísimos huertos vimos, con sus cercas, sus baños, sus torres, sus acequias construidas al estilo de los moros, que no hay nada mejor !” ( J. Münzer ). En un documento sobre el Legado Andalusí y publicado en internet, nos dice sobre Lorca que es población habitada desde tiempos prehistóricos y en la que podemos visitar el Castillo y la Torre Alfonsina. Tienen renombre nacional sus bordados, como el punto Felices elaborado con plata y oro de carácter barroco. Se conservan las técnicas y los procedimientos originales: lienzo, aguja, bastidor e hilo, que puede ser de seda natural, rayón y canutillos de oro.El viajero nota el dolor de pies, la sequedad, el dolor muscular generalizado y el cuerpo desvencijado, rendido, doblegado, que no partido, ante la lucha sin cuartel contra los elementos. Al llegar, me he metido hacia la derecha, pasando al lado del parque de La Peña, mayo de 1999 y continuando hacia abajo y luego cruzando el puente en busca de alojamiento. He ido a parar, preguntando, cuando son la una menos cuarto de la tarde, a la pensión Alberca, en la calle Lope Gisbert, frente al museo arqueológico, en un recorrido monumental. Habitación 303, 2500 pesetas sin baño interior, tercera planta, vista a un callejón, camastro de un metro y cinco centímetros de ancho, mesita, armario empotrado, lavabo y mesa con silla, para escribir Me ha parecido subida de precio, pero no he tenido muchas ganas de seguir buscando por la ciudad. Tras hacer una compra de algo de fruta y otras cosas para comer, he regresado para quedarme. El dueño del hospedaje, en la primera planta, donde la recepción, se entretiene con el ordenador. Me he duchado casi sin presión de agua, después en la habitación he tenido que ingeniármelas para colocar un dispositivo con la cuerda que llevo y conseguir trazar un tendedero y lavar la ropa con jabón en la pileta del lavabo. Mi camiseta huele a sufrimiento almacenado y viendo los calcetines, se puede apreciar el agotamiento febril al que he sometido a los pies. Después he comido tomates, un poco de embutido, algo de fruta y me he quedado dormido hasta las cinco menos cuarto de a tarde justo al oir en el móvil un nuevo mensaje de Beti: “ La tórtola que en el sueño, con sus quejas me quita, como yo tiene el pecho ardiendo en llamas vivas” ( Séraje - al - Warak ). Me he despertado y poco a poco he ido reuniendo fuerzas para vestirme y salir para dar una vuelta y escribir estas notas en el bar Acuario, en la Plaza de España, monumental y abierta. He subido la rampa para entrar en la iglesia de San Patricio, tambien colegiata ( 1534 - 1780 ) declarada Monumento Histórico-Artístico por decreto el 27 de enero de 1941 y que se erigió sobre la vieja iglesia de San Jorge por bula de Clemente VII en 1533. La dedicación del templo al santo irlandés tiene su origen en la importante batalla de los Alporchones, librada por la gente de Lorca contra los musulmanes el 17 de marzo de 1452. Su construcción se lleva a cabo entre 1536 y 1780 sobre el diseño de Jerónimo Quijano, maestro de las obras del Obispado de Cartagena, por lo que todo el interior, a pesar del dilatado período constructivo, presenta un marcado aire renacentista, lógicamente más acusado en los primeros espacios levantados. Concebida con aires catedralicios, su interior se articula en tres naves, capillas laterales entre los contrafuertes, coro y trascoro, elevado crucero, girola con capillas radiales y torre en la cabecera que alberga en su interior la sacristía. Es posible establecer, de modo general, grandes etapas en la construcción que se identifican con el trabajo de determinados canteros o con la realización de alguna parte significativa del edificio. Con la dirección del maestro Quijano y la participación de canteros y albañiles tales como Maestre Lope, García de Montiel y los Plasencia, se llegó hasta aproximadamente 1564, año en que ya están concluidas, o muy avanzadas, la capilla mayor, casi la totalidad de las capillas de la girola y los dos primeros cuerpos de la torre en donde se ubica la sacristia. De todo lo realizado hasta ese momento destacan la gran bóveda "de horno" de la capilla de la Virgen del Alcázar antigua patrona de la ciudad, la portada de la sacristía, a modo de arco de triunfo, y su cubierta abovedada decorada con casetones que la dotan de una gran plasticidad. Desde 1566 hasta su muerte en 1591 se hizo cargo de las obras Lorenzo de Goenaga, realizándose entonces la puerta que da a la Plaza Mayor, los muros de cierre de algunas capillas y las que quedaban por hacer en la cabecera. La mencionada portada es, como la de la sacristía, un arco de triunfo de medio punto y con un solo vano fianqueado por columnas pareadas de orden compuesto. La decoración escultórica aparece de nuevo, aunque tímidamente, en el friso, en las enjutas (medallones con los apóstoles Pedro y Pablo) y en el arco (puntas de diamante y clave con pequeña ménsula). Las tres homacinas superiores albergan las imágenes de la Inmaculada, San Francisco y San Antonio. Todo el siglo XVII se empleó en la terminación del transepto, nave principal y secundarias, capillas. Dentro, el coro, del que se perdió la sillería y los órganos, aún conserva una reja forjada en 1732 por García Valero, natural de Lorca y varios lienzos: “Muerte de Abel”, “Job increpado por su esposa”. La fachada, barroca, entre los siglos XVII y XVIII, se cree que fué diseñada por Nicolás de Bussi. Se suceden capillas a lo largo de las naves laterales. Destacan la Capilla del Cristo de Escripulas, cristo negro en cuadro y que es copia, ya que el original se perdión en la Guerra Civil. Este cristo fué pintado por el indiano Manuel Santiago de Guatemala, hacia 1759. El altar mayor es de estilo renacentista y hay una pila bautismal fechada entre los Siglos XIII o XIV.

He salido de la iglesia. Frente a mí la plaza, que tambien se llama Plaza Mayor y es el centro de la ciudad barroca, donde se ubica el ayuntamiento ( 1678 - 1739 ) cuyo edificio no fue levantado de una sola vez ya que en 1674 un terremoto afectó gravemente a la ciudad, dejando impracticable la cárcel pública. Es entonces cuando se decide levantar una nueva, iniciándose las obras del ala sur del actual Ayuntamiento. Su fachada consta de dos gruesos pilares entre los que van colocados tres arcos de medio punto en cada una de las dos plantas, un modelo constructivo de filiación renacentista que ya solo era utilizado en los claustros religiosos. El alarife Martínez Botija se encargó de la albañilería y el cantero Miguel de Mora de los sillares. Las columnas, de mármol de Macael, las hicieron los canteros Tijeras. En 1678 se decoraba el edificio, corriendo a cargo de los escultores Antonio y Manuel Caro la realización de los escudos real y de la ciudad En 1737, ante la necesidad de construir unos porches que ocuparan la totalidad del frente de la plaza, el Concejo convocó un concurso de ideas al que presentaron proyectos los maestros Tomás Jiménez y Alfonso Ortiz de la Jara. El de este último fue elegido. Eran muy similares, ya que ambos duplicaban la edificación existente, pero convenció más la propuesta de un único y gran arco central sobre la entonces calle del Aguila que uniera los dos cuerpos. Toda la decoración del edificio nuevos escudos y esculturas de la justicia, la Caridad y el perdido relieve en mármol de San José que ocupaba el hueco central del tímpano fue ejecutada por Juan de Uzeta finalizándola en 1739. La forja del gran balcón central la realizó el herrero Agustín Manzano en 1740. La pequeña portada lateral del edificio también se rea zó por estos años. El interior del edificio, remodelado completamente en 1992, ofrece al visitante una buena colección de pintura contemporánea, sobre todo pintores locales, y la contemplación en la denominada "sala de cabildo" de la antigua capilla del Consejo, con una preciosa Inmaculada del taller granadino de Pedro de Mena, y del conjunto de pinturas de Miguel Muñoz de Córdoba, realizadas en 1772, que narran en seis grandes lienzos las principales batallas en las que participaron los lorquinos en el pasado.
La Plaza Mayor, que constituye el enclave monumental por excelencia, adquirió su forma definitiva durante las primeras,décadas del siglo XVIII.Conceptuada, y no sin razón, como 'centro de poder", allí se ubicaron los edificios del Concejo, del Cabildo Colegial y del Corregimiento, además de otros destinados a servicios, ya existentes o construidos pocos años más tarde, tales como los dos pósitos, la cárcel y el mercado. Pero en general, toda la trama urbana se estaba desarrollando en esos años siguiendo en cierto modo los planes esbozados en la segunda mitad del XVI, que trataban de buscar un mejor aprovechamiento cualitativo del espacio. La apertura de nuevas calles, la sustitución de viejos edificios, el derribo de parte de la muralla y la creación de amplios lugares públicos son, quizá, las características más sobresalientes de este proceso. Las obras acabadas en este momento son todavía las señas de identidad arquitectónica y artística de Lorca hacia el exterior. En el lateral, en una glorieta, se encuentra, hecho en piedra con un volumen impresionante, un pedestal que sujeta al Angel de la Fama, que antes coronaba la fachada de la iglesia (1694- 1710) y que se trajo a este lugar para sustituirlo por una copia menos pesada, según se dice por peligro de hundimiento del frontón, pero después me dijeron que en realidad se cayó y una mañana apareció en el suelo con algunos daños. Figura colosal, sin duda. He subido por la calle Barandillas, dirección al castillo. Hay una placa “ Aquí, amando la vida y la poesía, nació, vivió y murió Eliodoro Puche, Poeta ( 1885 - 1964 ) Lorca 1989” . Acerca de este poeta, he encontrado la siguiente información y uno de sus poemas:“ El poeta Eliodoro Puche nació el 5 de abril de 1885 en la ciudad de Lorca. Estudió la carrera de Derecho, carrera que nunca ejerció; en cambio su vida se dedicó al trabajo del periodismo y de la literatura. Sus ideas radicales socialistas le condujeron a la cárcel, al terminar la guerra civil. Las dos últimas décadas de su vida las vivió en total aislamiento, salvo la relación con unos pocos amigos. No publicó nada durante su vida, por lo que su creación literaria, fundamentalmente poética, ha permanecido desconocida hasta hace poco. Falleció el 13 de junio de 1964. De entre las obras publicadas póstumamente de Eliodoro Puche destacamos las siguientes: «Libros de los elogios galantes y de los crepúsculos del otoño», «Corazón de la noche», «Motivos líricos», «Colección de poemas»,...

CIUDADES MUERTAS Flota un dulce reposoen la ciudad vetusta... El sol de inviernosobre las torres y los campanariosdeja la nota gualda de su beso.Sólo se ven por las estrellas callesenlutadas y clérigos...En la fragua sombría, del martillosobre el yunque se escucha el tintineo.Un ciprés se recortaen el azul del cielo,al elevarse rígidode las ruinosas tapias del convento.Un misticismo suavelo llena todo... Un ciegosalmodia su aprendida melopea
en el atrio del templo.

(De "Libro de los elogios galantes")

Cerca de la pensión hay, en un parquecito, un busto a su memoria. Por la calle Mayor de Santa María, discurre la ruta al Cejo de los Enamorados. He subido tambien por la calle Monzón hasta la explanada de la iglesia de Santa María, cerrada y semiderruida, conserva Torre Alfonsina. Desde aquí, se pueden apreciar unas buenas vistas de Lorca. Me he parado a hablar con una señora que tiene colgada al cuello una gargantilla con su nombre: Mari Carmen y que sostiene en brazos a su nieta: Carmen Mari, mezcla de madre española y padre ecuatoriano. Hay vistas de la Sierra Almenara y carretera de Äguilas, surcando en línea recta. He bajado hacia la peatonal Corredera, peatonal y comercial. Muchos extranjeros en Lorca, sobre todo suramericanos, quizá de Ecuador en su mayoría. He comprado varias postales para mandar. Por el camino hacia el castillo, ruinoso y en obras, hay asentamiento gitano en el barrio de Santa María. A mitad de camino, he regresado. Me ha dado tiempo para ver desde arriba, el techo en ruinas de la iglesia y el de San Pedro, con hermosa torre. Me he sentado para escribir, en un velador de la Plaza Calderón. Aún hace mucho calor. Nadie vino a preguntarme qué es lo que quería tomar y me he levantado. Frente, en la misma plaza, se encuentra el teatro Guerra, aún en funcionamiento ( 1858 - 1861 ), fachada beige y rojo con figuras esculpidas de dramaturgos españoles y que por su función social y por su arquitectura podría decirse que es el edificio paradigmático del siglo XIX lorquino, siendo también el más antiguo de la Región. Fue construido gracias al esfuerzo conjunto de una sociedad de inversores particulares y del Ayuntamiento, inaugurándose en la primavera de 1861. Proyectado por el arquitecto murciano Diego Manuel Molina, presenta una arquitectura típica de estos edificios con un patio central de herradura, plateas y anfiteatro con barandales de hierro colado y un amplio paraíso. El techo, pintado por el madrileño Miguel Reyes, por su malestadode conservación fue sustituido por una nueva pintura de Muñoz Barberán que respeta la antigua disposición enriqueciéndola con escenas sacadas del mejor teatro clásico español. Este mismo artista realizó un nuevo telón con motivos del carnaval veneciano.La calle Dr. Arcas Meca nos deja en la plaza de Colón. Bar Platea. Me he metido dentro para echar el rato y tomarme una cervecita, observando algunas fotos de la ciudad en blanco y negro y color sepia, de principios de siglo, que estaban enmarcadas y colocadas en la pared. He conocido a José María Leal Martínez, que me ha ayudado en la interpretación de las escenas callejeras y costumbres de la vida cotidiana de Lorca en esos tiempos.José María tiene cincuenta y seis años y trabajó como gerente en la empresa de limpieza de la localidad y ahora lo han jubilado por problemas físicos. José María ama su tierra y se ha pegado su vida laboral alrededor de las treinta y nueve pedanías con que cuenta el municipio. Hemos tomado confianza y hablado de todo un poco. Me ha invitado a dos o tres cervezas que sin nada de comer, me han hecho su efecto. Le he leído varias notas del cuaderno y el hombre se ha emocionado, alabándome el gusto. Yo lo aprecio y veo en él sinceridad y complicidad envidiables. He dejado mis escritos a un lado para vivir el momento en la noche, dentro del bar Platea, con José María. He llamado por teléfono a Gloria, a Alicante. Después, nos hemos escrito en una tarjeta unas dedicatorias y nos hemos despedido en la puerta. José María es hombre conocido y apreciado, querido por la gente y si por él hubiera sido, hubiéramos estado tomando copas hasta por la mañana. Y como él dijo: “ José María, de noche y de día “. He ido a ver en persona, el estado actual de la Plaza de la Negrita, aquí al lado, pues me llamó la atención la foto del mismo lugar, setenta y un años antes y en blanco y negro. Conserva la plaza un par de viviendas como las de entonces y el ángel negrito, con túnica blanca, lo demás son edificios de más de seis plantas y coches por todos lados. En esas fotos aparecen los personajes con sombrero y a pie, con esas casas antiguas y esas balconadas de hierro desvencijado, esos tejados combados de teja árabe. Tiene mucho romanticismo la fotografía y esa escena congelada del ajetreo en la recogida de agua de la fuente central, en carros con cántaras de barro, tirados por bestias e incluso de tracción humana. Las mujeres se apiñan, enlutadas, alrededor de los caños y con un simple movimiento de abastracción, pudiéramos darle vida sin duda. Los carruajes son de madera y hay borricos con aguaderas. Todo parece estar en completa armonía y haciendo juego, quizá por el efecto igualitario del blanco y negro.
Desde este lugar, he caminado hasta una avenida con una gran fuente enmedio y rodeada de bloques de viviendas y tráfico en la rotonda, desde donde he llamado por teléfono a Beti y luego ella me ha llamado al móvil. Hemos hablado un rato, expresiva, amorosamente. De vuelta por la calle Lope Gisbert, he ido tomando nota de los monumentos que me fuí encontrando: “ Casa de los Condes de San Julián”, frente al Casino ( S. XIX ). Esta casa tiene un atractivo especial, un encanto pintoresco - pétreo singular en su fachada. “Iglesia de San Mateo”, antigua sede de Jesuitas del S. XVIII y cuya insuficiencia de rentas alargó la obra durante todo el siglo XIX, interviniendo en la construcción de su cúpula el arquitecto Justo Millán. En su interior destacan el retablo mayor, obra de Jerónimo Caballero, procedente del desmortizado convento de la Merced. “ Casa de Guevara”, barroco civil ( S. XVII - XVIII ), con portada de columnas salomónicas. Según dice la leyenda, es esta la casa solariega más bella del barroco, en el levante español y que hasta hace poco, estaba habitada por Concepción Sandoval. Perteneciente al mayorazgo de los Guevara, fue construyéndose en un período largo de tiempo hasta adoptar su forma definitiva gracias a las refonnas llevadas a cabo entre 1691 y 1705 por don luan de Guevara García de Alcaraz, caballero de la Orden de Santiago desde 1689. En 1691 se acaba la escalera principal y en 1694 está fechada la portada. Desconocido el nombre del tracista, aunque se han barajado los de Bussy o Caballero entre otros, lo que sí es claro es que se incorporó en ella el esquema típico de los retablos de columnas salomónicas de la época, sustituyendo las representaciones religiosas por la heráldica propia de la familia. El patio, cuyo espacio lo forman dos arcos en cada lado del cuadrado sobre columnas de mármol blanco, conti ene una decoración a base de motivos vegetales, cabecillas de niños, escudos y arquitectura simulada. Todo fue acabado en 1705 por el cantero Pedro Sánchez Fortún, que dejó su firma en la parte posterior de una de las hojas de la puerta principal. El interior de la casa, que ha estado habitada hasta hace pocos años por doña Concepción Sandoval, baronesa de Petrés y Mayals, quien donó el edificio a la ciudad, conserva algunos ambientes sugestivos, como el del "salón amarillo o de baile", con mobiliario del XVIII en que destaca la sillería veneciana y un gran espejo de marco tallado, pavimento cerámico valenciano de igual siglo, una capilla particular con una preciosa imagen de la Inmaculada de escuela granadina y unas pinturas murales de sabor ecléctico de mediados de siglo pasado. En cuanto a mobiliario son bastante apreciables los bargueños y veladores de diferentes estilos repartidos por la casa, así como una cama de palillos torneados de estilo portugués. Pero quizás lo más sobresaliente sea la colección de pinturas en la que merecen especial atención el gran retrato ecuestre de don Juan de Guevara, la veintena de cuadros de Camacho Felizes, un par de representaciones de la Virgen de excepcional calidad de mano del madrileño Antolínez y del italiano Giambattista Salvi, "il Sassoferrato", y una buena serie de pequeños retratos de los Madrazo y su círculoMe he metido en la pensión y tras recoger mis cosas me he echado en la cama, desnudo, con las ventanas abiertas, para dormir. Pasan las doce de la noche, necesito descanso.

1 comentario

ana -

Me ha gustado mucho leerte, y recordar ese paisaje lorquino que describes que a mi también me trae muy buenos recuerdos, desde luego con mucho calor. Esta especie de genero literario de los viajeros a modo de Munzer, o Richard Ford, te trasporta inmediatemente a los sitios pero también dice mucho del paisaje interior que desarrolla en el viajero. Un saludo y animo en esta labor literaria que sólo algunos tienen el don de trasmitir.