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feranza

OCTAVO DÍA: 21 DE AGOSTO

           Nada más levantarme y para poder arrancar y entrar algo en calor, he ido a tomarme un café a una cafetería al lado de la gasolinera. Los obreros se toman el café cortado o el carajillo para aliviarse antes de acudir al trabajo. Mi mochila reposa en el suelo por poco tiempo, pues enseguida, después de llenar la cantimplora, he tomado una pista de cemento que va a dar a la ermita y que después transcurre, ya camino de tierra, paralelo a la autovía. Sigo caminando por la ruta de Ibn al - Jatib, dirección sur. El mapa me sirve de referencia. He llegado al cruce donde confluyen esta ruta con la de Ibn - Batuta, pero he seguido por la primera y luego a la Venta del Peral, agrupamiento de casas blancas con encanto. He parado en un bar donde me pusieron, al lado de la cerveza, una tapa de jamón, todo por cien pesetas. ¡ Casi ná !. Los cortijos, a veces ya abandonados, aparecen entre los campos solitarios. La sensación de sequedad al mediodía es enorme. He llegado a Los Alamillos, aún habitado y he aprovechado para pedir agua. Foto a las casuchas y al emparrado. En Los Angulos, donde al parecer nadie habita, hay un pozo con caseta, puerta de padera curtida por el sol, pila de lavar y tinaja medio rota. Todo ello conforma un conjunto con solera, así es que después de sacar agua fresca con un cubo, ayudándome con la carrucha, he hecho una nueva foto. Las cortijadas me ayudan a avanzar, pues en ellas encuentro aliento, sombra y agua. Tienen un efecto sobre mí parecido al de las ventas, pero sin vino. En Las Canteras, un chaval joven me dió agua y señaló el camino hacia Caniles, a donde hube de llegar después de cruzar por El Francés, de más renombre e importancia y Los Pinos con su refrescante y próxima Fuente de la Ártichuela. Cae en este lugar un agua cristalina y fértil que es la vida de una alameda próxima a la rambla. Por las calles de Caniles, empinadas y calurosas, he entrado a la hora del almuerzo. Fuí ascendiendo hacia el parque para tomarme una cerveza con tapa y luego salchichón y pan del que llevaba. Me he sentado en un banco con dos viejos que luego se fueron yendo hacia el hogar del jubilado a echar la partida. Desde Caniles se puede ascender hasta la Sierra de Baza, que es Parque Natural y dejarse caer en un día de camino a Fiñana, ya en Almería. He querido dormir un poco pero ha sido imposible, así es que he ido a donde fueron los vejetes para tomarme un café y tras la recarga de conversación que puse a mi favor para autoestimularme, cogí de nuevo el hilo del camino bajando hacia el puente, cruzando el riachuelo que aún lleva agua y luego una pista que transcurre paralela a la carretera, primero a un lado y luego al otro, para llegar a Baza. He llegado a la caída de la tarde, pero con tiempo aún de comprar algunas cosas y llevármelas al parque para comérmelas y después buscar pensión. He callejeado por las estrechas callejuelas laberínticas del centro de la ciudad. Baza es grande y me pareció algo intranquila para dormir al relente. Después de ducharme en la pensión he ido a dar una vuelta y justo a la salida he conocido a una chica, Cristina y a otras más que concurrieron con ella en el parque, en un bar con terraza donde nos tomamos algunas cervezas y charlamos. De tapa suelen poner costilla frita. Me lo he comido todo. Cuando he bajado a dormir he acompañado a Cristina que vive justo al lado, en el callejón la cogí por la cintura y me fuí paladeando la miel de sus labios en un beso robado, arrebatado a la noche como quien entra furtivo en un huerto para coger un melocotón y quedarse dormido con el hueso en la boca. Mañana quiero subir por la sierra para dejarme caer al otro lado, será jornada dura y hoy me he preparado para el esfuerzo. Con la puerta del balcón abierta, he tenido que arroparme con la cubierta blanca de las sábanas.

 

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