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feranza

Almería, siempre cerca. Berja, octubre de 2006

Almería. Ese sol que vuelve una vez más a hablarme sobre la paz. He registrado los campos donde crece como de tierra, el taray y el esparto. Esas lomas secas, pardas donde hace del agua un milagro la rambla victoriosa. He vuelto al suspiro de las familias que se alegran del sudor del invernadero y a esas zambras a la luz de las estrellas donde las mujeres fértiles saltan y juegan con los vientres redondos, coloreados. Almería exclamó un día : ¡ aquí estoy! y desde entonces no he renunciado a su promesa. Por las fuentes de Berja paseo mi soledad: Fuente de El Almez, sombría y radicular decimonónica. He acudido a su llamada como ya lo hice en las mismas fechas el año pasado, para el almuerzo austero de pan y un poco de queso con fiambre. Más arriba, ermita de Gádor y Fuente del Oro. Su lavadero es toda una mesa donde las mujeres se nutren de palabras y labor. Cae un chorro inmenso de esta fuente verdadera, toda una exageración de agua pero que sabiamente se conduce y reutiliza. Primero bebida, después limpieza, más tarde humedad para los campos. Hombre y tierra, tierra y hombre; una misma esencia que encadenada permanece a los pies de ese torrente de mineral cristalino . Fuente del Toro, camino de Beninar, todo un monumento a los pies del caminante que se prepara para el lento y polvoriento caminar hacia tierras alpujarreñas. Berja esconde sus secretos aún en esas casas de piedra y esa tierra blanquecina. Yo he vuelto para degustar, oler y sentir.

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