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FUIMOS EN TREN A TALAVERA DE LA REINA. NOVIEMBRE 2008

  

El sábado pasado, día 1 de noviembre, cogimos el tren en Navalmoral, para ir a Talavera para pasar el día allí y montarte en tren, que sabíamos que te iba a gustar. Llegamos a la estación, mamá de guardia en el Centro de Salud de Navalmoral, y cogimos un talgo que en 35 minutos nos dejó en nuestro destino. Talavera es una pequeña ciudad con grandes edificios. Fuimos caminando hacia el centro, parando en varios parquecitos, donde jugabas con los juegos instalados allí. La noche anterior llovió y había charcos. Ibas caminando para meterte dentro de ellos, pero yo, lógicamente, no te dejaba. Llegamos al parque de El Prado. Una zona de recreo , esparcimiento, distracción. Allí conocimos a Noelia y su mamá Gema. Noelia pronto cumplirá 4 años. Jugaste con ella en el tobogán, pero intentando ponerte siempre delante y subiendo por la rampa, en lugar de las escaleras , para tomar ventaja en el descenso. Esto no nos gustó y tuvimos que reprimirte un poco para que la niña se lanzara también.

Luego vino lo interesante. Como tenías hambre y buscabas galletas en mi mochila, fuimos a buscar un lugar para comer. Encontramos un Burger y allí pedimos un menú de esos en bandeja. Te comiste sin rechistar, enfrente mía, unos trocitos mordisqueados de pequeñas croquetas de pollo y patatas fritas con una fanta de naranja con pajita. Te pusiste perdido con el refresco, saltaste por encima de los sillones, las mesas y te llenaste de helado de vainilla. Pero fue muy emocionante compartir contigo. Luego volvimos al parque porque habíamos quedado con Gema para compartir la tarde. Antes, anduviste subiéndote a una persiana metálica con agujeros en una calle peatonal. Llegamos al parque y fuimos con Gema a tomar un café a un bar del mismo parque. Te entretuviste sacando servilletas de papel de un servilletero y tirándolas por el suelo. Luego, dimos un paseo, te montaste en los colúmpios y regresamos a la estación del tren con el coche de Gema y tú detrás en la sillita. Llegamos justo para coger el tren de vuelta que tenía previsto salir a las 18:03, un talgo también. Pero estaba averiado en Madrid y al final devolvimos el billete. Me sentí un poco agobiado. Llamé por teléfono a mamá mientras tú jugabas en los alrededores de la estación con objetos que te encontrabas por ahí. Fuimos a la estación de autobuses y esperamos el autobús de las 8 de la tarde. Mientras, fuimos a tomar la merienda a la cafetería del hotel que está al lado, ya que la estación no posee este servicio. Allí, nos sentamos en una mesa. Tú, en una banqueta de la barra, regulable en altura, con tu colacao con pajita y dulce. Yo, enfrente tuya. Momentos verdaderamente emocionantes. Practicamos la magia de la risa , sonriéndonos mutuamente hasta reir casi a carcajadas. Tú me miras con tu carita risueña y esos ojos que se te achinan cuando ríes. Me he sentido verdaderamente feliz, contigo al lado, enfrente, llenándote la boca y la ropa de colacao. Feliz y dichoso, Carlos, mi niño. Gracias una vez más por estos momentos.

Esperamos al autobús en la estación, destrozabas mi bolígrafo, desarmándolo y luego bajamos al andén. Una señora de Nicaragua espera a su novio. Eres atrevido con ella y le preguntas su nombre, su edad… Por fin en el autobús. Te quedaste dormido en la oscuridad de la carretera, en el calor del interior, entre mis brazos… Ya ocupas los dos asientos tumbado y siento tu respiración entre mi regazo. Al lado hay una chica americana escuchando música y un chico rumano que recibe mensajitos a través del chat en su ordenador portátil , de una chica que está al otro lado, quién sabe donde. De vez en cuando la chica le manda besos cibernéticos, besos virtuales, que suenan, a tu parecer como “pájaros gruñones”. Recibe el chico los besos y al mismo momento tú exclamas : “- Donde está ese pájaro gruñón, papá?”. Me hace mucha gracia todo eso y te dejo dormir hasta Navalmoral. Luego, en el coche, medio dormido detrás, no dices nada hasta llegar a casa donde nos espera la tía Corina con la hospitalidad y la cena.

El domingo día 2 fuímos de excursión en el coche de mamá y con la tía Corina, pero sin mamá, al refugio de El Brezo, siguiendo el camino arriba de la piscina natural de Losar. Muchas curvas y algo mal el camino, pero al final arriba los tres. Hemos dado un paseo por un último camino hasta observar una impresionante vista de la sierra toda nevada en el pico de la Covacha y alrededores. Hemos hecho fotos y después recogido leña y ramitas para quemar dentro del refugio en la chimenea. El refugio está un poco maltratado y sucio, pero en fin, nos apañamos. Pusimos castañas que compró mamá, en una lata con agujeros y sobre las brasas y el fuego. Antes, me entretuve rajándolas un poco con una navaja para que entrara el calor. Vas y vienes en busca de cosas para quemar y toda tu ilusión era hacer esto, estar cerca del fuego, tirar cartones, ver las llamas, abrir tus ojos a la palpitación y fascinación del fuego, a su poder magnético. Asamos castañitas ( calbotes ) y cuando ya estuvimos un buen rato allí, regresamos a casa, con el olor a humo, la mente despejada, los ojos repletos de maravillas naturales.

 

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